Nada puede dañarte, sólo tú mismo.
Sé celoso de tu tiempo, porque es tu mayor tesoro.
Todos los grandes éxitos resultan de trabajar y saber perseverar.
Nunca culpes a los demás por tu situación; eres lo que eres por decisión tuya.
Trabaja todos los días como si fuera el primer día del resto de tu vida y trata con ternura las vidas que tocas, como si todas debieran acabarse a media noche.
Ama a todos, incluso a los que te repudian, el odio es un lujo que no puedes permitirte.
Aprende que el que da con una mano recogerá siempre con las dos.
Por encima de todo recuerda que se necesita muy poco para llevar una vida feliz.
Mira hacia arriba. Camina siempre adelante. Aférrate a Dios con sencillez y recorre en silencio tu sendero hacia la eternidad, con caridad y una sonrisa.
Cuando partas, todos dirán que tu legado fue dejar un mundo mejor que el que tú encontraste y recuerda: TODO LO QUE ES DE DIOS DEBE VOLVER A ÉL.
Todos tenemos un poder especial: la facultad de elegir, nosotros somos capaces de gobernar nuestro propio destino mediante nuestras decisiones, todo, todo está en nuestras manos, gracias a la facultad de elegir.
Da algo de ti mismo cada día al mundo en que vives, y tu vida aquí estará llena de armonía, satisfacción y amor.
No es necesario que seas rico o famoso o un genio para cumplir tu propio destino, todo lo que tienes que hacer es utilizar tus facultades lo mejor que puedas.
Si eres hábil con el martillo: construye; si eres feliz sobre las aguas: pesca; si la pluma es tu vocación: ¡escribe!
La lucha es el único seguro para cualquiera que debe desarrollar toda su capacidad. La adversidad no es una maldición; es una bendición.
Las personas más brillantes son las que han pasado por la prueba y no se han derretido en el crisol de la tribulación.