Existen muchos tipos de miedo y son pocas las personas que pueden decir que no le temen a nada. Ya sean físicos o sicológicos, afectan por igual y desencadenan reacciones similares: miedo a lo desconocido, a la vejez, la enfermedad, la pobreza, el ridículo, el fracaso, la soledad… en fin, un sinnúmero de preocupaciones que se relacionan con el tipo de personalidad y la historia que tiene cada uno. Sin embargo, hay coincidencia en las opiniones que dicen que detrás de cada miedo o temor, subsiste el miedo supremo a la muerte.
El miedo que es tan útil en el mundo animal para enfrentarse a situaciones de peligro, tiene un origen similar, pero efectos distintos en nosotros los humanos. Forma parte del instinto de supervivencia y físicamente tiene el efecto de producir un bloqueo a nivel cerebral y activar la respuesta para el escape o el ataque. El corazón late más rápido, repartiendo adrenalina a través de todo el cuerpo, se altera la frecuencia respiratoria, sube la glucosa y la coagulación. Se suspenden todas las actividades corporales que no son fundamentales para la sobrevivencia. Es así como se producen bloqueos en el lóbulo frontal y la sangre se desplaza a los músculos mayores para prepararse para huir o atacar.
Un cóctel químico
El origen del miedo se encuentra en el sistema límbico, donde residen las emociones. Obedece a un mecanismo hormonal que se desencadena en la amígdala central, en que interviene un conjunto de neuropéptidos, entre ellos la vasopresina, el cortisol y la adrenalina… produciendo una reacción anestésica que prepara al sujeto para el peligro.
Esta reacción que es prácticamente la misma para hombres y animales, tiene distinto desenlace para unos y otros. Mientras que en estos últimos desaparece una vez que el estímulo ya no está presente, en los humanos esta reacción puede quedarse fija convirtiéndose en un estado emocional. Se somete así al cuerpo a un estrés permanente, que impide o dificulta el gobierno desde el orden racional y que a largo plazo afecta a la salud.
La fijación del miedo se produce porque más allá del cuerpo, que tiene su propia lógica, subsisten programaciones mentales e ideas que continúan alimentando un mecanismo que ya es inútil.
Liberarse del miedo
Tomar noción del sentido de la trascendencia humana, más allá del cuerpo, es una respuesta para vencer la carga de temores que pueden llegar a agobiar a una persona. Acercarse al concepto de que no estamos separados del Todo, sino que formamos parte de él, permite entender la limitación del cuerpo, pero la eternidad espiritual. Como ésta es una tarea mayor, existen algunas acciones que pueden ayudar a liberarse de la carga y los nocivos efectos que produce el miedo persistente.
Eckhart Tolle en su libro “Una nueva Tierra”, habla del miedo como una de las emociones tóxicas causadas por la mente. La voz de la mente –que no es otra que nuestra personalidad- relata una historia que desencadena reacciones en el cuerpo, que cree en ella. Estas emociones alimentan nuevamente a la mente, generando un círculo vicioso del que no es sencillo salir. La manera de hacerlo es reconocer este mecanismo, desenmascarar estos pensamientos negativos mirándolos desde una perspectiva del observador. Tomando conciencia y distancia del proceso.
En los momentos de crisis, el mismo autor habla de la importancia que tiene mantenerse presente. La incertidumbre y la ansiedad tienen origen en la imagen que nuestra mente construye del futuro, basada además, en las experiencias y condicionamientos del pasado. Vivir en el presente, disfrutando cada segundo de vida, permite alejarse de la sensación de incertidumbre o de temor frente a cualquier cosa que pueda pasar. Esto también es válido frente a un peligro real. La pregunta dice Tolle debe ser ¿Estoy en peligro en este momento? Si es así, efectivamente eso obliga a una reacción frente a ello. Pero la mayoría de las veces nos damos cuenta que hemos estado alimentando una emoción que nos consume y nos impide llevar adelante nuestros sueños.
La acción también puede ser una ayuda importante para disminuir la incertidumbre. Si el miedo es a la enfermedad, optar por un estilo de vida sano que fortalezca el cuerpo y el espíritu puede ser una alternativa. Si es a la pobreza, explorar en las causas de ese sentimiento y enfocarse en abundancia también ayudará. Esto no significa tener todo bajo control, sino darle señales claras a nuestro ser profundo que estamos construyendo un futuro como queremos. Un futuro en el que están presentes nuestros sueños y no las peores pesadillas.
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