El ser humano es en esencia LIBERTAD.
El hecho de estar dotado de conciencia le permite alcanzar un conocimiento profundo de sí mismo, más allá de sus actos y de las consecuencias de los mismos.
Porque tenemos conciencia es por lo que tenemos el privilegio de gozar de la capacidad de elegir, regalo de una magnitud incomparable del que tan sólo el hombre y la mujer disfrutan, y que en mi opinión constituye todo un universo para aprovechar y disfrutar.
Pero la capacidad de elegir implica tener que decidir, lo cual nos recuerda que somos responsables de nuestros actos. Y es justo ahí dónde nos entra el peso, la carga de tener que decidir.
Hemos asociado el hecho de decidir con la culpa. Si el resultado de lo que decido es bueno yo lo soy, y si es malo yo no sirvo; así que mejor no decido, y no cargo con la culpa.
De esta forma, no decido, y porque no decido no actúo. Así si la cosa no funciona, si va mal, puedo quejarme y lamentarme, sin querer aceptar que he escogido voluntariamente el lugar de la "víctima". Es curioso, creía que no había decidido nada y he tomado una elección: ser una víctima. Y ya sabemos que una víctima sólo atrae a su vida cosas de las que pueda lamentarse para continuar manteniéndose en el lugar que ella misma ha escogido.
Es curioso, decido no decidir para evitarme la culpa de sentir que fracaso cuando sólo me equivoco, pero al convertirme en víctima me regalo el sufrimiento que había asociado a la culpa.
Pero, ¿dónde está escrito que todo tenga que salir bien en el primer intento? ¿qué me pasa a mi que no me permito equivocarme? ¿no es el error una buena forma de aprender? ¿qué culpa hay en este proceso?
Entonces, ¿para qué no tomar el mando de mi vida? ¿para qué no decidir?
Eres perfectamente capaz de decidir. Basta con qué te preguntes qué es lo que quieres y te permitas escuchar tu auténtica respuesta.
Nada que sea auténtico tiene que ver con la culpa. Así que tendrás que despedirte de ella porque ya no la necesitas.
Eres tú quién aciertas o te equivocas, pero también eres tú el que puede decidir aprender de tus errores para transformarlos, haciendo uso del maravilloso libre albedrío que vive en ti esperando que le dejes actuar.
Y te aseguro una cosa, cuando tú decides todo empieza a cambiar porque al actuar haces que suceda aquello que sientes que ha de suceder.
Cuando decidimos enviamos la señal de nuestra intención al Universo, y si actuamos en consecuencia y coherencia con nuestra decisión, llenamos el espacio de nuestra propia posibilidad de que suceda aquello que queremos que sea.
Más allá, sólo nos queda confiar en la vida, que es la mejor maestra. Si lo que deseamos es para nosotros sucederá, y en caso contrario la vida nos regalará una lección que aprender.
Y sólo puede aprender aquél que se permite cuestionarse lo que sabe o creía saber; aquél que se permite equivocarse.
Disfruta de la libertad de quién se declara un eterno aprendiz.
El ser humano es en esencia LIBERTAD.
El hecho de estar dotado de conciencia le permite alcanzar un conocimiento profundo de sí mismo, más allá de sus actos y de las consecuencias de los mismos.
Porque tenemos conciencia es por lo que tenemos el privilegio de gozar de la capacidad de elegir, regalo de una magnitud incomparable del que tan sólo el hombre y la mujer disfrutan, y que en mi opinión constituye todo un universo para aprovechar y disfrutar.
Pero la capacidad de elegir implica tener que decidir, lo cual nos recuerda que somos responsables de nuestros actos. Y es justo ahí dónde nos entra el peso, la carga de tener que decidir.
Hemos asociado el hecho de decidir con la culpa. Si el resultado de lo que decido es bueno yo lo soy, y si es malo yo no sirvo; así que mejor no decido, y no cargo con la culpa.
De esta forma, no decido, y porque no decido no actúo. Así si la cosa no funciona, si va mal, puedo quejarme y lamentarme, sin querer aceptar que he escogido voluntariamente el lugar de la "víctima". Es curioso, creía que no había decidido nada y he tomado una elección: ser una víctima. Y ya sabemos que una víctima sólo atrae a su vida cosas de las que pueda lamentarse para continuar manteniéndose en el lugar que ella misma ha escogido.
Es curioso, decido no decidir para evitarme la culpa de sentir que fracaso cuando sólo me equivoco, pero al convertirme en víctima me regalo el sufrimiento que había asociado a la culpa.
Pero, ¿dónde está escrito que todo tenga que salir bien en el primer intento? ¿qué me pasa a mi que no me permito equivocarme? ¿no es el error una buena forma de aprender? ¿qué culpa hay en este proceso?
Entonces, ¿para qué no tomar el mando de mi vida? ¿para qué no decidir?
Eres perfectamente capaz de decidir. Basta con qué te preguntes qué es lo que quieres y te permitas escuchar tu auténtica respuesta.
Nada que sea auténtico tiene que ver con la culpa. Así que tendrás que despedirte de ella porque ya no la necesitas.
Eres tú quién aciertas o te equivocas, pero también eres tú el que puede decidir aprender de tus errores para transformarlos, haciendo uso del maravilloso libre albedrío que vive en ti esperando que le dejes actuar.
Y te aseguro una cosa, cuando tú decides todo empieza a cambiar porque al actuar haces que suceda aquello que sientes que ha de suceder.
Cuando decidimos enviamos la señal de nuestra intención al Universo, y si actuamos en consecuencia y coherencia con nuestra decisión, llenamos el espacio de nuestra propia posibilidad de que suceda aquello que queremos que sea.
Más allá, sólo nos queda confiar en la vida, que es la mejor maestra. Si lo que deseamos es para nosotros sucederá, y en caso contrario la vida nos regalará una lección que aprender.
Y sólo puede aprender aquél que se permite cuestionarse lo que sabe o creía saber; aquél que se permite equivocarse.
http://www.justcoaching.net/libertad-aprendiz-78626