Todos tenemos un ritmo de aprendizaje y eso lo notamos en todos los niveles de nuestra vida. Desde que nacemos vamos dando avances significativos y necesarios para desarrollarnos y desenvolvernos en la vida. Cada persona posee un ritmo propio y único para asimilar y aprender las situaciones, mientras que unos aprenden aceleradamente a otros les toma mucho más tiempo.
En el aprendizaje espiritual sucede lo mismo cada uno de nosotros asimila los aprendizajes y lecciones a un ritmo individual, es por ello muy importante evitar compararse con otros y limitarse sólo a tomar el ejemplo, para, si es posible, aplicarlo en nuestra propia experiencia y avanzar.
En este sendero muchas veces debemos repetir las mismas experiencias hasta que logramos tomar consciencia de lo que necesitamos aprender para dar el siguiente paso. Cuando nos dedicamos a compararnos con otros que están mucho más adelantados en su camino que nosotros, no estamos tomando en cuenta que esa persona tiene características, intenciones, intereses y metas muy diferentes que las nuestras. Esta acción de compararnos con ellos, nos hace retroceder en nuestro camino, nos desmotiva y por último nos limita en nuestro propio crecimiento haciéndonos creer que somos inútiles o incluso incapaces.
Por otro lado cuando nos comparamos con aquellos que están más abajo que nosotros, entonces caemos en la tentación de sentirnos superiores y el ego puede jugarnos una mala pasada y estancarnos en el punto donde nos encontremos.
Aún cuando nos comparamos con aquellos que estén a nuestro nivel, es negativo para nuestro crecimiento, porque incurriremos en la “competencia negativa” desenfocándonos de lo que realmente deseamos y desviándonos a conseguir cosas que realmente no anhelamos, atrayéndonos infelicidad e inconformidad.
Aprendiendo a valorar nuestro propio ritmo de crecimiento espiritual podremos mantenernos en el camino correcto, buscando las herramientas que necesitamos para superar cada prueba y cada experiencia que requerimos para avanzar. Sentirnos felices con cada paso que damos por muy pequeño que parezca fomentamos en nuestro ser las ganas de crecer y seguir mejorando cada día.
Aceptando quienes somos y lo que somos con amor nos permitirá reconocer nuestras fortalezas y reforzar nuestras debilidades.