La Luna fue reverenciada como Diosa en todas las culturas de la antigüedad. Ya en tiempos muy anteriores a la era de los dioses olímpicos en Grecia, Artemisa fue la Madre de Todas las Criaturas Vivientes.
Ella también fue uno de los aspectos de la Triple Diosa junto a Selene y Hécate. Cada una de ellas, representaba a cada una de sus fases.
Para los celtas ella era Arianrhod, la de la Rueda de Plata. Isis, en Egipto; Ix-Chel y Mama-Quilla en América; Xang’O en China (donde también fue Kwan Yin),
Cualquiera sea el nombre con el cual se la invoque, Ella es por excelencia la “Madre de las Brujas”. Es que los poderes magnéticos de la luna rigen sobre todas las aguas del planeta y, por ende, sobre los ciclos menstruales. Es por eso que desde siempre y para siempre, nuestra Madre y Hermana Luna estará ligada a la mujer.
Las noches de Luna Llena tienen una energía particular para celebrar rituales. El disco redondo de plata simboliza a la mujer en el máximo de su plenitud.
Las noches de Luna Negra son especialmente indicadas para la sanación, vinculada a los ciclos de Muerte y Renacimiento. Es el mejor momento para dejar ir los viejos condicionamientos del pasado y gestar las intenciones que queremos manifestar en el mundo físico.
Este tipo de ceremonias equivalen a “parirnos” nuevamente a nosotras mismas.
Nuestra manera de celebrarlas es a través de la invocación de las Diosas que corresponden astrológicamente a la posición de la Luna en ese momento. Lo hacemos a través de visualizaciones guiadas, danza, tambores y antiguos ritos de culturas originales, adaptados a nuestro estilo actual.
En todas, damos las gracias por todo lo que la Madre nos brinda y compartimos nuestros dolores, preocupaciones, necesidades, alegrías y buenos deseos.
Si necesitas imprimir un cambio profundo en tu vida, te recomiendo que participes de todas ellas.
Si prefieres avanzar más despacio, puedes elegir formar parte solo de aquellas Lunas que sientas como más necesarias. Esta también es una manera de comenzar a seguir los mensajes de nuestra propia intuición