Todas las relaciones contienen oportunidades para el crecimiento personal. Las relaciones nos aportan obstáculos y recompensas, nos hacen descender a lo más hondo y ascender a la cumbre, nos permiten la experiencia participativa personal que nos muestra qué hacemos realmente con nuestra filosofía de la vida cuando tenemos que poner en práctica lo que pensamos. Cuando el karma está implicado tendemos a experimentar una falta de control sobre las circunstancias y acontecimientos que suceden, así como una falta de control sobre la forma de reaccionar ante tales acontecimientos. Una persona puede verse a sí misma actuando algo fuera de control cuando experimenta y corrige ciertas cualidades de la vida pasada relacionadas con una personalidad con la que ya no está conscientemente familiarizado. Kármicamente, esas cualidades tienen que evolucionar si es que el individuo quiere crecer y estar más en contacto con su vida actual. La relación kármica adopta más el tono de cada individuo, quitando el velo de las ilusiones del otro. A través de este proceso se alcanza una nueva conciencia y, a medida que se alivia la carga del peso kármico, se puede experimentar una sensación de ligereza y libertad. Resulta interesante observar que el modelo kármico sólo suele ser comprendido con claridad después de haber aprendido una lección. Un individuo puede esforzarse por mantener una relación difícil durante meses o años, sin llegar a darse cuenta del sentido de su esfuerzo. La carga kármica sólo se disuelve después de que la dificultad haya salido a la luz y haya sido resuelta. La recompensa de esta dura tarea es la comprensión, que llega cuando cobramos conciencia del vínculo interconectado existente entre los residuos de la vida pasada y el ahora.
El karma tiende a expresarse por medio de una serie de experiencias similares que se manifiestan a lo largo de un período de años. Cuando iniciamos una relación, a menudo lo hacemos porque inconscientemente vemos en el otro individuo algo que puede ayudarnos a resolver un problema kármico. En otras palabras: atraemos a quien necesitamos en un momento dado de nuestra vida, cuando estamos preparados para comprender. Así, el antiguo proverbio que dice: «Cuando el estudiante está preparado, el maestro está ahí», es verdaderamente el tono característico del por qué y cómo se producen las relaciones kármicas.