Aurora, representando el alma, ante la necesidad de crecimiento y de probar nuevas experiencias, se ve sometida a pruebas: en soledad se adentra en territorios no explorados y entra en contacto con la vieja hilandera en una torre del castillo. Nuevamente la imagen de la Torre, ahora se enfrenta a la bruja y deberá probar su fortaleza ante el destino. Su ingenuidad y poca capacidad de discriminación ante las experiencias de la vida, (representado por la acción de hilar) la ponen en contacto con el primer dolor profundo ante el cual se desmaya. De alguna forma la Torre ha caído, El Yo ha perdido sus estructuras, la fragilidad se hace presente y la defensa ha sido insuficiente: Tanto movimiento psíquico no puede ser tolerado. Esta es la primera reacción humana ante el dolor: la negación del mismo, que en situaciones extremas puede anular la conciencia. Este pinchazo puede ser entendido como un llamado: La rueca es el símbolo de la Rueda de la Vida, los ciclos y los acontecimientos positivos y negativos. No podemos evitar que siga girando a pesar que no queramos verla o no tengamos conciencia de sus efectos. Ella está allí a pesar de nosotros y nos muestra todas las polaridades, hoy estamos arriba y mañana abajo, hoy en luz y mañana en sombra. De tal manera que al cumplirse un ciclo de extrema luminosidad nos coloca necesariamente en la polaridad oscura para hacernos despertar al mundo inconsciente. Por otro lado, el pinchazo es la aguja de la conciencia, la pérdida de la inocencia y la adquisición del conocimiento, la discriminación entre el bien y el mal y la consecuente responsabilidad sobre nuestras acciones. Ya no somos niños.
Suena paradójico: muchos estamos en estado de vigilia pero podemos pasar la vida dormidos, otros podemos dormir y a través del sueño acceder a mundos sutiles que nos conectan con verdades misteriosas y profunda; es entonces cuando nos sentimos más vivos que nunca. Otros podemos pasarnos la vida recibiendo pinchazos repetidamente.
Podemos preguntarnos que ocurre con Aurora durante esos 100 largos años hasta la llegada del príncipe. Sabemos que sus padres abandonan el castillo y este es rodeado por espinos: claro mensaje que el viaje del alma debe ser realizado en soledad y sin la interferencia de factores externos que distraigan del proceso. Sin embargo no sabemos qué ocurre con la princesa en este tiempo, no podemos conocer cómo es este proceso ya que es íntimo e individual. Pero tenemos la imagen Bautismal y la del Dormir, ambas relacionadas con la esencia acuática de Aurora. ¿Qué significa esto?
Ha entrado en un estado psíquico regresivo, simbiótico, indeterminado, caótico, nebuloso, donde se disuelven las fronteras del ego, hay un retorno a un estado primario, al útero, al inconsciente. En su aspecto creativo, se puede comparar este estado a la energía de La Sacerdotisa: el principio lunar pasivo que tiene como cualidad la espera, sabe aguardar el momento adecuado para cuando el destino se exprese, estar preparada. Durante los 100 años se mantiene conectada con el inconsciente colectivo, teniendo una comprensión profunda de los sueños y de las relaciones entre los acontecimientos. Es el silencio, la sabiduría por introspección, el secreto y la revelación. Pero este estado también tiene sus riesgos: quedar atrapada, disolverse y no poder re-emerger integrada, mantenerse fuera de la realidad, no despertar, no hacer conciencia o dudar constantemente de la experiencia numinosa, no creer que existe algo más grande que protege constantemente a pesar que todas las certezas hayan caído. Es el descubrimiento de la Fe.
Aurora debe estar atenta y expectante ante el principio protector que le envía imágenes para que sean procesadas y le sirvan de ayuda cuando despierte nuevamente. Esto puede ser comparado (entre muchas interpretaciones posibles) al proceso de psicoterapia, o si se quiere de autoconocimiento. Una experiencia dolorosa, un período de crisis, (si no es negado y apartado del campo de la experiencia) es un llamado a buscar nuevos recursos en nosotros y nos invita a un viaje íntimo e individual en compañía de “otro” (terapeuta) quien nos guía en el proceso de crecimiento. El Yo del terapeuta sirve de estructura en el proceso de regresión, así como el athanor del alquimista contiene la masa amorfa de la prima materia.