Urano: su posición en el tránsito entre el final de la rueda astronómica del zodíaco -el signo de Piscis, que dejó ayer- y el arranque en el signo de Aries, en el que entró esta noche, sugiere que se trata de un momento en el que lo caduco debe morir y es preciso abrirse con determinación y prudencia simultáneas a lo que verdaderamente debe nacer. Cada uno sabrá en qué puede concretarse esta intención, pero no parece que empeñarse en la nostalgia por lo que ya no sirve sea la mejor opción. Habrá que atreverse a decir adiós y despedirse. Los apegos y enganches no encajan con la cualidad del momento; contemplar el mundo en que vivimos como una opción para algo distinto resultará más adecuado. La tempestad prefiere dejar flojas las ataduras; y sostenerse en la incertidumbre desde las certezas internas es mejor que aferrarse a creencias, rutinas y códigos supuestamente eternos. Romper a tiempo permite mantenerse abierto al dinamismo explosivo del momento
Bajo el impacto aún de la feroz sincronía entre la posición estratégica de Urano y el terremoto en Japón, con su efecto indirecto de crisis nuclear, se encuentra confirmación de su sentido. Un manual de astrología tradicional en sus planteamientos esenciales nos recuerda que Urano gobierna "los acontecimientos repentinos graves tanto a nivel social como natural: terremotos, revoluciones..." y alude igualmente a su especial conexión con la radioactividad y la energía atómica: terremoto de fuerza excepcional, el segundo accidente nuclear más grave de la historia, el mundo árabe convulso y rebelde... Urano haciendo de las suyas, quizás. La posición que ocupa en estos días le da un especial protagonismo entre los actores del drama cósmico. La astrología tradicional es a veces mirada con cierta condescendencia desde otras perspectivas que creen haber actualizado su lenguaje, olvidando que si algo puede ser la astrología en la actualidad es por lo que ha sido siempre. Su estructura simbólica puede incluir corrientes psicológicas contemporáneas y abrirse a perspectivas filosóficas modernas, pero sólo en la medida que existe su matriz atravesando los siglos. Su lenguaje a veces puede resultar hermético y poco preciso, pero creo que en él se encuentra justamente la semilla de su fertilidad. Hoy sus palabras, contenidas y mínimas, son las del pleno acierto.