Que todos los seres se llenen de alegría y de paz.
Que todos los seres, en todas partes,
los fuertes y los débiles,
los grandes y los pequeños,
los humildes y los poderosos,
los bajos y los altos,
los sutiles y los bastos.
Que todos los seres, en todas partes,
los que se ven, los que no se ven,
habiten lejos o cerca,
que sean ya o que esperen ser en un futuro:
que todos se llenen de una alegría perdurable.
Que nadie decepcione a otro.
Que nadie desprecie a otro.
Que ninguno, por ira o por resentimiento,
desee ningún sufrimiento a otro.
Al igual que una madre, con su propia vida
protege a su hijo, a su único hijo, del daño,
deja que en tu interior crezca
un amor ilimitado por todas las criaturas.
Que tu amor fluya hacia fuera por todo el universo,
hasta colmar su altura, su profundidad, toda su extensión,
un amor ilimitado, sin odio ni enemistad.
A continuación, ya estés quieto o camines,
te sientes o te reclines,
mientras estés despierto,
esfuérzate por ésto con una mente centrada en un solo punto;
tu vida traerá el cielo y la tierra.
Autor desconocido