Una horda de vampiros humanos es la que ha venido asolando nuestra historia en los últimos años; hechos que no han sido del todo publicitados, pero que realmente preocupan por la creciente influencia del mal en personas que se han dedicado a asesinar y a beber la sangre de sus víctimas.
Uno de estos hechos escalofriantes ocurrió por los años 70, en donde Richard Chase –quien luego fuera conocido como el vampiro de Sacramento- demostró estar totalmente poseído por el mal debido a las sanguinarias atrocidades que cometía con sus víctimas y con las que satisfacía sus deseos de sangre.
Richard Chase no tuvo una buena infancia, con un padre alcohólico y que terminó por divorciarse de su madre. Esto llevó a que abandonara su vivienda y se fuera a vivir con unos amigos, pero desde ya mostraba una marcada apatía con el mundo y muchos indicios de carácter agresivo.
Las drogas hicieron el resto, pues a partir de entonces, Richard Chase comenzó a mostrar delirios de persecución y otros síntomas que lo acercaban a la esquizofrenia, aduciendo en muchos casos que él sentía que su sangre contenía veneno, que ácidos le destruían el hígado o que su cabeza se estaba deformando.
Internado en un centro psiquiátrico luego de encontrársele bebiendo e inyectándose sangre de conejo y comiendo sus vísceras, se le diagnostica esquizofrenia paranoide, aunque al año es dejado libre.
Luego de esto persiste en su demencia descuartizando animales para extraerles su sangre y tomársela con bebidas gaseosas, pero luego se comienza a fascinar con la vida de otros asesinos conocidos y destacados por la prensa.
Es aquí cuando el vampiro de Sacramento comienza a realizar una serie de crímenes que lo llevan a matar sin compasión a personas para luego pasar a descuartizarlas y a beber su sangre.
La descripción de sus crímenes es ciertamente horrenda e inenarrable, pero luego de haber cometido todas estas atrocidades con personas adultas y hasta con niños, el vampiro de Sacramento es arrestado con un cajón en su poder que contenía restos humanos. Y al ser inspeccionada su casa, el escenario no pudo ser más aterrador por la cantidad de vísceras y trozos de cuerpos humanos guardados hasta en el refrigerador.
En su juicio se justificaba diciendo que unas voces le decían lo que tenía que hacer, pero ni su evidente locura lo priva de la condena a la cámara de gas, aunque antes de ello, Richard Chase se suicida tomando una sobredosis de antidepresivos en 1980