Muchos años antes de que el fenómeno real o imaginario del chupacabras llegara a los titulares de los tabloides, un animal desconocido, con las mismas características, aterrorizaba en enero de 1954 a un pequeño pueblo de Carolina del Norte, EE.UU.. Hasta ahora, la criatura sigue siendo un misterio.
Todo comenzó el 4 de enero de 1954, cuando en Bladenboro, a unos 60 kilómetros al oeste de Wilmington, tres perros fueron encontrados con las mandíbulas rotas, el cráneo aplastado y masticado por una bestia desconocida. La bestia, más allá de la violencia del ataque, dejó a los animales completamente sin sangre. El ataque no se limitó a los perros. Pronto, las cabras, los cerdos y las vacas, también fueron atacados con la misma furia y modus operandi.
La población asustada convocó al jefe de policía Roy Fores que emprendía la caza del animal con tres perros de raza coonhound, pero los perros se negaban a seguir el rastro.
Täter Shaw quien en ese momento tenía 35 años y era dueño de una estación de servicio, fue testigo presencial de los hechos, y vio la carnicería de primera mano. Shaw describe bien el temor de los habitantes de Bladenboro.
“Todo el mundo tenía miedo, todos tenían una pistola cargada con ellos. La irracionalidad comenzó a dominar, y la gente decía haber visto al monstruo. Un vecino escuchó a sus perros ladrando una noche, miró por la ventana y vio una sombra. Tomó la escopeta y corrió. Él miró y disparó. Cuando se dio cuenta había disparado a la bicicleta de su hija que estaba tirada en el suelo con los neumáticos y el asiento rasgado en tiras por una escopeta de caza“.
Las declaraciones de testigos son contradictorias. Dicen que el animal pesaba unos 90 kilos, otros 100 o incluso hay quienes dijeron estimar unos 150 kilogramos de peso en la bestia. También dijeron que el animal era negro, marrón, o simplemente “color oscuro”.
La mayoría coincide en que se trataba de un gato, pero un veterinario dijo que podría ser un perro grande. El sonido del animal es la única cosa en la que no hay desacuerdo. Lo describen como el llanto de un bebé o o una mujer llorando, sólo que más fuerte, que hiela la sangre.
“De todos modos las cosas estaban empezando a ponerse mal, estaba en los periódicos y en la radio”, dijo Shaw, “vinieron cazadores de todas partes, me refiero a cazadores profesionales“.
“En el auge de la caza había unos 1000 hombres armados con pistolas, escopetas y rifles que estaban divididos en 400 hectáreas de campo. Algunos eran niños miembros de fraternidades, pero otros eran cazadores profesionales, acostumbrados a cazar leones y tigres.”
Jabe Frink, otro testigo ocular, que recuerda a una dama, E.C. Kinlaw, fue perseguida y vio al animal a unos 20 metros el 6 de enero. Kinlaw corrió a su casa y le dijo a su marido que saliera con una escopeta, pero no encontró nada. Sólo las huellas en el patio trasero. Los peores temores parecían confirmarse. El animal había mostrado interés en los seres humanos.
Ese mismo día, seis perros fueron asesinados, entre ellos uno que fue arrastrado hacia el pantano y nunca fue visto otra vez. El día siguiente, el recuento se elevó a siete. S. W. Garret, un experimentado cazador de Wilmington, advirtió a las mujeres y a los niños a permanecer en casa. Y se pidió lo mismo en relación con los perros.
Las víctimas se multiplicaban, mientras el jefe Fores consideraba atar algunos perros en el bosque como cebo, pero fue disuadido por el alcalde W.G. Fussell.
El alcalde puso fin a la caza el 9 de enero, por razones de seguridad. Con tantos cazadores en el pantano alguien podría llegar a ser confundido con el “monstruo”. Ese día el periódico “Morning Star” publicó el siguiente titular: “La Bestia Vampiro de Bladenboro gana la batalla.”
El 13 de enero, parecía que el misterio había terminado tan rápido como empezó. Un lince fue capturado en una trampa de acero y sacrificado con un tiro en la cabeza. Sin embargo, no todos estaban convencidos de que el animal responsable estuviera muerto, ni siquiera el alcalde.