La tradición adivinatoria data de tiempos inmemoriales y de culturas muy distantes unas de otras, pero unidas por su temor (respeto) a fuerzas superiores y desconocidas. Por ejemplo, en esta parte del mundo -léase América del Sur- son conocidos por esto los chamanes, mientras que en América Central tenemos a los santeros(as) y en África a los llamados sangomas
La palabra “sangoma” describe a un hombre o mujer con categoría de santos, quienes a su vez son adivinos y curanderos de las tribus Zulu, Swazi, Xhosa y Ndebele, admirados por su gran conocimientos y habilidades metafísicas. Su magia está encajada en la creencia cultural de que los antepasados son protectores de la vida y guías de nuestro futuro y, por tanto, hay que comunicarnos con ellos a través de seres especialmente preparados para ello.
Los sangomas -cuyo entrenamiento toma de 10 a 25 años- pueden tener acceso al consejo y dirección de los antepasados de tres maneras: por el acanalar o posesión por un antepasado; por lanzamiento de huesos; y mediante la interpretando sueños. Todo ello con el objetivo de favorecer la salud de sus pacientes, muchos de ellos derivados de las pruebas de iniciación masculina en sus tribus.
Para entrar en contacto con los espíritus tribales, los sangomas deben estar en trance. Ellos deberán teclear, bailar y cantar para establecer la “comunicación con ultratumba”. Emplean huesos, cuarzos y semillas para predecir el futuro, realizando la lectura a través de complejas relaciones angulares, distancias, posición e intersección de rectas imaginarias formadas por estos elementos al caer.
Una vez que han consultado a los antepasados, los sangomas actúan en su papel de curanderos y recurren a una variedad de raíces, cortezas, hierbas, flores y demás productos provenientes de la tierra y de los animales, con los elaboran el “Muti” o preparado medicinal que complementa su labor y proporciona a sus pacientes la cura para sus dolencias / problemas