Hace unos años atrás, en febrero de 1974, un voraz incendio en Sao Paulo, Brasil, puso estos dramáticos hechos en las primeras planas de las noticias por aquel entonces.
Un edificio llamado Joelma ardió trágicamente dejando un saldo de casi 200 personas muertas y casi 350 heridos, en lo que se consideró como una de las desgracias más grandes del mundo contemporáneo en una ciudad.
Fue un corto circuito el que inició un incendio en el piso 23 del Joelma, el mismo que rápidamente se propagó por el resto de las oficinas del edificio, generando temperaturas que llegaron hasta los 700 grados centígrados, las cuales calcinaron y asfixiaron a todas las víctimas.
Pero tal vez pocos saben que esta edificación parecía estar condenada a trágicos sucesos, pues en el terreno en el que se construyó, antes habían ocurrido hechos muy desafortunados que al parecer habrían creado una atmósfera poco propicia para esta construcción.
En el solar donde luego se construiría el Joelma vivió un profesor junto a su madre y dos hermanas, las cuales fueron asesinadas por él mismo, para luego fingir ante la policía que ellas habían muerto por un accidente de tránsito.
Sin embargo, al no encontrar las autoridades reportes de accidentes por aquellas fechas decidieron investigar, lo que llevó al descubrimiento del asesinato por parte de su propio hermano.
Al verse acorralado, el profesor se suicidó de una bala en el corazón, para luego encontrar los cuerpos de las víctimas en un pozo que había en la casa. Pero a eso se debe sumar la muerte de un bombero que al descender para sacar los cuerpos, murió asfixiado por los gases emanados en aquel lugar debido a la putrefacción.
Sobre este terreno se construyó el edificio Joelma, y durante el incendio se sabe que trece de las víctimas de Sao Paulo murieron calcinadas en un ascensor, siendo sus restos llevados al cementerio de San Pedro donde aún se encuentran.
Según las narraciones del vigilante del cementerio, durante las noches se escuchaban alaridos de personas sufriendo que provenían desde el espacio donde estaban sepultadas las víctimas del ascensor, las que se calmaban luego que el guardián echaba agua sobre sus tumbas, como si calmara el dolor de sus quemaduras.
Mucho se habla hasta ahora del espíritu de Volquimar Carvalho, una de las víctimas, que ronda los espacios del edificio hoy restaurado, lo que llevó a que en el 2004 el lugar fuera exorcizado para calmar las almas presentes