Los árboles y el resto de la naturaleza siempre ocuparon un lugar muy especial dentro de la mitología celta, y es que a cada uno de estos se les atribuía poderes especiales que los conectaban con el mundo del hombre para una convivencia en beneficio de ambos, para subsistir como en una especie de simbiosis.
Se sabe, por ejemplo, que el calendario celta estaba conformado por un grupo de árboles, entre los que se tenía también al tejo, que era uno de los elementos sagrados sobre el que descansaba parte esencial de la doctrina de los druidas y de toda la sociedad celta
El tejo tenía asignado un mes dedicado al él específicamente, y es en donde se ubicaba el Samhain o Fiesta de los Muertos, y lejos de ser un árbol temido por este significado, lo cierto es que es uno de los más importantes de los celtas porque se hallaba directamente relacionado con el paso de las almas hacia el otro mundo luego de la muerte.
Muchas costumbres populares nacieron desde entonces y han llegado intactas incluso hasta nuestros días, sobre todo en lo que se refiere a la relevancia del tejo en las almas de quienes han pasado a otra vida.
En muchas partes de Gran Bretaña e Irlanda podemos ver un árbol de tejo sembrado en cada cementerio y muchos llegan a creer que sus raíces se dirigen especialmente a la boca de cada uno de los difuntos enterrados en el camposanto, para sacarles los secretos que se guardaron en vida, los que recorren todo el tejo hasta ser enviados al viento a través de sus hojas.
Los antiguos pueblos de la cultura celta también lo usaron como veneno para suicidarse durante las guerras cantabro-astures, antes que convertirse en esclavos romanos, el cual obtenían al convertir las semillas del tejo en una sustancia para beber.
Se sabe que el árbol del tejo era utilizado como un sitio de reunión cada vez que se convocaba tocando la campana de la iglesia, o para realizar fiestas y bailes de la región junto a este, costumbre que ha llegado hasta nuestros tiempos