En las leyendas que surgen en las épocas del Rey Arturo, se consideró al Ávalon como una isla paradisíaca en donde el clima siempre era agradable, pues no había lluvias, nieve o granizo; además, se caracterizaba por estar rodeada de manzanos por todas partes, que dentro de la mitología celta eran considerados como símbolos de la inmortalidad.
Según algunas descripciones de la época, el Ávalon podría encontrarse cerca de las islas británicas, aunque algunas viejas historias la ubicaban en Glastonbury. Además, se sabe que el Abad De Blois –durante el reinado de Enrique II- llevó a cabo la búsqueda de la isla en esa zona, lo que lo llevó a descubrir un gran ataúd de roble en donde se hallaba tallado: “Aquí, en la isla de Ávalon, yace el rey Arturo”.
Se dice que los restos fueron llevados en una fastuosa ceremonia hacia el altar mayor de la abadía de Glastonbury en donde se encuentran reposando; lugar que se convirtió en un gran lugar de peregrinaje por aquel entonces.
De Ávalon también se decía que todos aquellos que iban a parar a este hermoso y pacífico lugar recibían las atenciones del hada Morgana y de otras ocho hechiceras que se encargaban de curar a los heridos en batallas o a los enfermos.
Es curioso señalar que dentro del mundo celta, los muertos siempre terminaban sus días en una isla situada en un lugar lejano del mar ubicado en el Occidente.
Algunos piensan que la palabra Ávalon proviene del celta Annwyn o Annuvin, que se utiliza para referirse al reino de la hadas, pero en el siglo XII, es Geoffrey de Monmouth quien sostiene que la palabra viene justamente de la fama que tenía la isla por poseer grandes terrenos con manzanos, ya que en el idioma bretón, el significado de manzana es “aval”. Otro nombre con el que fue designado Ávalon fue Ynys Witrin, cuyo significado era Isla de Cristal.