¿Has sentido alguna vez una extraña sensación al entrar en una casa? ¿Te has dado cuenta de que hay casas en las que nada más entrar estamos deseando salir y otras en las que, en cambio, desearíamos quedarnos para siempre? Esa “bienvenida” que te da una casa cuando traspasas el umbral de su puerta es la cualidad de la energía que en ella se aposenta.
Las personas más sensibles son capaces de percibir todas las sutiles vibraciones de una vivienda, pero en general todos los seres humanos —los niños con más intensidad— notamos a primera vista si la energía de una casa es positiva y ligera, o se encuentra cargada y resulta opresiva.
Y es que tu casa es mucho más de lo que parece a simple vista. En la energía que nos abraza al entrar en una casa se entremezclan energías de diversas épocas y orígenes. Antes de construirse la casa, allí había un terreno. Del uso que se le diera en años o siglos pasados dependerá una parte de la energía que en la casa se acumula. Si tu vivienda se erige hoy donde antaño hubo un prado donde pastaron las ovejas durante siglos la energía acumulada en la tierra será muy distinta que si en ese mismo solar yacieron cientos de cadáveres, víctimas de una guerra sangrienta. También será diferente la energía si en el solar que ocupa hoy tu casa hubo antiguamente una mezquita o cualquier lugar de culto, y tendrá sus propias energías acumuladas si en la zona se estableció, tal vez milenios atrás, una cultura que allí realizaba sacrificios. ¿Qué pensarías si descubrieras que tu edificio se levanta sobre un antiguo y olvidado cementerio?
En un nivel más profundo está la propia energía de la tierra, de las fuentes y corrientes de agua subterránea, de las fallas o cuevas que pueda haber bajo los cimientos de tu casa, de las vibraciones de los minerales que componen ese terreno. Más arriba se ha acumulado durante años la energía que han ido aportando los distintos habitantes de la casa, con sus experiencias, tanto positivas como negativas. Por último, dejarán también una energía residual los visitantes esporádicos. Hay incluso quien da por hecho que nuestro espacio vital es compartido con otra clase de “habitantes”, las entidades —espíritus o criaturas de otras dimensiones— que se mueven a nuestro alrededor sin dejarse ver, pero dejando patente la cualidad de su propia energía.
Claro que la fuente de energía más importante que ocupa ahora mismo nuestra vivienda somos nosotros mismos. Cada día emitimos nuestra carga energética a todas horas, lo mismo en explosiones de risa y alegría que en momentos de tensión o llanto. Y eso se va acumulando, formando una especie de “sopa” en la que vivimos sumergidos a diario.
Quizá hayas notado que esa “sopa” que te rodea ha cambiado. Tal vez acabas de mudarte a una nueva casa y deseas limpiar la energía de los anteriores inquilinos. A lo mejor tienes que emprender nuevos proyectos o relaciones y deseas rodearte de la mejor energía para que tu camino llegue a buen puerto. O puede que, simplemente, quieras renovar la energía de tu casa para dejar salir los malos rollos acumulados durante años y abrir puertas y ventanas para que entre nueva y radiante energía.
En cualquiera de estos casos es bueno llevar a cabo una limpieza energética de la casa. Es algo que han hecho las culturas antiguas y tradicionales durante siglos y que de ningún modo puede perjudicar a tu hogar. Al contrario, lo dejará como nuevo