El mundo cambia y nosotros, o cambiamos, o morimos.
Se puede especular que los valores puritanos de otras épocas evitaban la promiscuidad, o se puede también entender que el impulso reproductivo es enorme y en ese caso, tanto el que partía recibía los cariños de las locales, como la persona que se quedaba atrás, quizá recibia el comfort de parte del parroco local.
Ahora las cosas son distintas. Existen suficientes puntos de interconexión en el mundo que las parejas pueden estar virtualmente juntas todo el tiempo que decidan. El único problema, y digo único de manera sarcástica, es que se pierde toda cotidianeidad en conjunto y todo contacto físico. Es la relación platónica ideal.
Se vive bajo el engaño. La persona ausente no está ahi para equivocarse y en general, dado que los momentos compartidos son tan pocos, nadie busca nada mas, sino poner lo mejor de su parte.
Pero que sucede trás el reencuentro. ¿Como se llenan los vacios, que en otra época se llenan con la imaginación?
Las relaciones a distancia, mediadas por la comunicación permanente son una realidad. Lo mas probable es que nos enfrentemos a una o dos (mínimo) en el transcurso de nuestros tiempos. Vamos, están leyendome a distancia.
Yo creo que la vida en pareja en línea es ficticia, pero que de la misma manera que se disfruta de una buena novela que transcurre en Marte, podemos disfrutar de las sonrisas a distancia y de los deseos, esos que transitan mas libremente cuando el momento posterior a un buen orgasmo no es una noche difícil de patadas, ronquidos y miembros dormidos, sino un sueño reparador, compartido a través del espacio, cada uno con su sonrisa y en su cama.