¿Qué hacía Sócrates en el Mercado?
Cuentan que al filósofo griego Sócrates (470 a.C.), se le veía contínuamente paseando por el mercado principal de la ciudad de Atenas.
Un día, uno de sus discípulos le preguntó: "Maestro, hemos aprendido con usted que todo sabio lleva una vida simple. Pero usted no tiene ni siquiera un par de zapatos".
"Correcto", respondió Sócrates.
El discípulo continuó: "Sin embargo, todos los días lo vemos en el mercado principal, admirando las mercancías. ¿Podríamos juntar algún dinero para que pueda comprarse algo?"
"Tengo todo lo que deseo -respondió Sócrates-, pero me encanta ir al mercado para descubrir que sigo siendo completamente feliz sin todo ese montón de cosas".
En una época donde se crean necesidades para favorecer un mercado de consumo, bien nos vendría aprender de la sabiduría de Sócrates.
Se vive ansiando tener muchas cosas, creyendo que la felicidad está en relación con lo que se ha logrado acumular. Estudiamos y trabajamos para que algún día podamos gozar de todas las comodidades y de esta manera "ser una persona feliz".
Sin embargo, a medida que se va logrando este objetivo no se va experimentando más felicidad, tal como se pensaba, pues los momentos de duda, dolor e incertidumbre siguen presentes en nuestra vida. Entonces ¿es cierto o no que los objetos materiales nos dan felicidad?
Si es así, hemos reducido el significado de la felicidad a algo totalmente superficial. Si la felicidad significa tener un vestido, un auto, una casa, un reloj, etc., el día que no tengamos esos objetos... ¿dejaremos de ser felices?
Sócrates nos enseña, a través de esta anécdota, que él era feliz consigo mismo. La felicidad que él vivía no dependía de si tenía o no objetos materiales: su felicidad era interior, y la llevaba siempre consigo.
Tener cosas materiales no está mal -las necesitamos para vivir- pero muchos hombres sabios han enseñado que la felicidad está más en relación con lo que somos que con lo que tenemos. Así, un hombre que sabe para qué vive, que domina su voluntad, sus emociones y desarrolla sus potencialidades, puede ser un hombre feliz.
La felicidad, enseñaba Sócrates, es un estado del Alma. Nace cuando el hombre se conoce a sí mismo y actúa en correspondencia con su elevada naturaleza espiritual. Y quien es feliz consigo mismo, puede hacer feliz a otros. Nadie puede dar aquello que no tiene.
Fuente:Nueva Acrópolis