Son los duendes mineros más difundidos, y se dice de ellos que no sólo conocen todas las vetas explotables de la Gran Bretaña, sino que, en ocasiones, guían hacia ellas a los mineros que les caen en gracia, y no son pocos los que han descubierto ricos filones de oro, plata, cobre y estaño siguiendo el repiquetear de los pequeños picos feéricos.
Otro de los servicios que los knockers suelen prestar a los mineros es avisarles cuando se avecina un peligro, cosa que hacen golpeando sus picos estrepitosa y alocadamente, o bien uno o más de ellos se aparecen frente a los humanos, gimiendo, aullando y mesándose los cabellos.
En la región de Devon, Gran Bretaña, se narra una historia de tres mineros que trabajaban en una mina en las High Willhays.
—¡Cuidado! -gritó repentinamente uno de ellos-, ¡se están desprendiendo rocas del pozo de entrado! —¡No es que se estén desprendiendo! -dijo otro-. ¡Nos las están arrojando!
Furiosos por la agresión, los tres hombres subieron rápidamente a la superficie a ver qué sucedía, y allí, junto al pozo, encontraron a un knocker, aún con una piedra en la mano.
—Pero, ¿qué te has creído, enano? -gritó el más enojado-. ¡Si no fuera porque estamos demasiado ocupados, te iba a hacer pagar caro esta broma!
No había terminado el minero con su amenaza, cuando se escuchó un ruido como el de una explosión, y todo el pozo de acceso a la mina cedió hacia adentro, cayendo las rocas en el preciso lugar donde ellos habían estado momentos antes. Atónitos, se volvieron de nuevo hacia el knocker, pero ya no vieron ni rastros de él, aunque nunca, durante el resto de sus vidas, dejaron de agradecerle su intervención salvadora