Cada uno de nosotros toca un instrumento único en la orquesta de la vida. Si ejecutamos nuestra parte sin observar al director o al resto de la orquesta tendremos un caos total. Si intentamos obtener nuestra pautas solo de los que nos rodean, será imposible lograr la larmonía. Sin embaro, si observamos al director( nuestra intuición) y seguimos su dirección, podemos experimentar la alegría de tocar nuestra partituras única y, al mismo tiempo, tener la experiencia de formar parte de un todo armónico mayor.
En general los hombres juzgan más por los ojos que por la inteligencia, todos pueden ver pero pocos pueden comprender lo que ven. Pocos ven lo que somos pero todos pueden ver lo que aparentamos.