Esto es lo que ganas en salud mental cuando no te gusta nadie
“¡Agggh! Me ha hablado dos veces esta semana”, “¿Crees que yo también le gusto?” o “No quiero parecer pesad@, ¿
le digo de quedar o me espero a que me escriba?”, son frases sin fecha de caducidad. Cuando se alarga el periodo desde que te empieza a molar alguien hasta que descubres (y aceptas) que a esa persona tú no le haces tanta gracia, entras en un peligroso bucle de idealización y arrastre que no suele tener un final feliz. Por eso, el día en que
te levantas y descubres que ya nadie retiene tu interés especialmente, tu mente suspira agradecida.
Hola, autoestimaAunque no debería ser así, cuando te gusta alguien muchas veces lo ves como un ser de cualidades extraordinarias. Por lo tanto, te sitúas mentalmente por debajo de esa persona, y
la idealizas hasta el punto en que cualquier cagada suya es una flor en medio del desierto. Vas cosechando su limosna en forma de palabras y sonrisas, y entras en un ‘
tira y afloja’ de ‘llamar-su-atención-pero-que-tampoco-se-note-que-pierdo-el-culo’, que aunque es divertido, también puede ser agotador. Por eso, cuando dejas de buscar adaptarte o impresionar a alguien,
tu autoestima deja de depender de una sola fuente inestable, y renace con fuerza. Si a ti nadie consigue robarte el sueño, será que no te rodea nadie digno de ello.
Reordenas tus prioridadesCuando alguien nos mueve y nos altera el pulso, tendemos a focalizar en esa persona nuestra atención física y mental, pero eso no siempre nos aporta felicidad, sobre todo si a esa persona tú no le haces ni media gracia. Al estar pillados y enchochados, a veces
tomamos decisiones (hacemos cosas, vamos a lugares) que se adaptan a esa persona o
nos acercan a ella. No hace falta ser un maníaco para hacer auténticas locuras al estar encaprichad@s, basta con ver cómo Hollywood trata el tema de la “conquista” amorosa como si fuese una triatlón. Así que cuando te centras en otras cosas, recuerdas que el tiempo es tu mayor bien, y puede que desarrolles o
redescubras amistades, proyectos o aficiones que el
delirium tremens del enamoramiento no te dejaban apreciar.
Perspectiva privilegiadaTe vuelves un sabio iluminado temporalmente, y ves más claro que la mayoría de los mortales. Cuán equivocados están todos los insensatos que corretean detrás de otros insensatos, piensas. Cuando te toca escuchar a tu colega derritiéndose por alguien, observas con condescendiente tranquilidad las inseguridades que eso le produce. Desde tu privilegiado trono de la indiferencia,
flotas en tranquilidad y te das cuenta de cuánto nos llegamos a arrastrar a veces para gustarle al prójimo.
Descubres el poder de la soltería voluntariaNo es lo mismo estar solter@ “mientras no encuentras a nadie” que tomar la
elección vital de no estar con nadie: entonces sientes que controlas más tus emociones, que estás viviendo de acuerdo a tu voluntad, y exploras la dignidad del
individualismo (que no tiene por qué ir de la mano del egoísmo o la soledad). Tampoco significa que te cierres a posibilidades, pero tu actitud pasa a ser la de “si llega a aparecer alguien especial, ya veremos si me interesa involucrarme”. Y, lo mejor de todo,
no significa entrar en una sequía sexual. Disfrutar con un/a follamig@ sin
comeros la olla, vivir alguna noche loca o experimentar nuevas formas de auto-amor pueden ser formas sanas de romper barreras mentales.
Cuando suena una canción tierna y no tienes de quién acordarte, puedes pensar que te falta algo. La biología nos tienta entonces a buscarle encantos a la vecina o al compañero de turno para volver a sentir ese calambrazo llamado mariposas en el estómago, pero frena:
Disfruta un poco de esta etapa de emancipación mental, porque es probable que vuelvas a pillarte más pronto que tarde.
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