Es sorprendente la cantidad de horas al día que dedicamos, de una u otra manera, a cuidar nuestro cuerpo:higiene personal, pelo, ropa, deporte, tratamientos de belleza, revisiones médicas… También ocupan buena parte de nuestra jornada otras actividades como: trabajar, cocinar, desplazarnos, dormir, comer, practicar sexo, comprar, “wasapear”… Pero lo realmente asombroso es el poco tiempo que invertimos en nuestra mente.
Estamos mucho más preocupados por el estado de nuestra cuenta corriente o de nuestro aspecto físico que de nuestra salud mental, cuando en realidad, debería ser al contrario, porque ni el dinero ni la belleza nos procurarán paz interior y serenidad, es solo en nuestro interior donde encontraremos la verdadera felicidad.
Descuidamos la salud mental porque nuestra sociedad apenas la valora, de hecho para muy poca gente el crecimiento personal es un objetivo prioritario, nos afanamos, más bien, en perseguir falsos valores o antivalores como el dinero, el poder, el éxito profesional, el estatus social, la belleza, la inteligencia, etc., pensando que si los conseguimos seremos realmente felices.
Estos antivalores producen una falsa sensación de seguridad (hoy los tenemos pero mañana los podemos perder), insatisfacción (cada vez necesitaremos más) y vacío. Podríamos decir que son como la comida basura, en el momento satisfacen pero al cabo de un rato la sensación de hambre vuelve.
Admiramos a quienes poseen estos falsos valores, pero lo cierto es que deberíamos maravillarnos ante aquellos que saben “vivir bien”, es decir, los que necesitan muy poco para ser felices, disfrutan de todo lo bueno que les ofrece la vida, viven sin miedos, sienten la alegría de estar vivos, sacan el máximo provecho a la vida y aman a los demás.
Fortalecernos emocionalmente requiere cierto esfuerzo, por eso si las circunstancias de nuestra vida son más o menos favorables (tenemos trabajo, salud, una pareja, amigos, dinero suficiente…), no nos molestamos en crecer como personas, ni siquiera cuando experimentamos una permanente sensación de insatisfacción y vamos por la vida arrastrando los pies.
El problema surge cuando irrumpe en nuestra vida un hecho que nos desestabiliza emocionalmente (enfermedad grave, pérdida de empleo, ruptura sentimental…) o simplemente cuando llega un momento en que sentimos un malestar emocional tan grande que nos impide llevar una vida normal, entonces, si no estamos mentalmente fuertes, nos hundiremos sin remedio.
Esto no quiere decir que ante una adversidad, por muy fuertes que seamos, no vayamos a sentir emociones negativas como tristeza, enfado, inquietud…, es normal experimentar ese tipo de emociones ya que forman parte de todo ser humano, pero si estamos fuertes evitaremos sufrir emociones negativas insanas como ansiedad, ira, depresión…
No hay mayor recompensa que la que obtendremos si invertimos tiempo y esfuerzo en mejorar nuestra salud mental, si lo hacemos nos convertiremos en personas capaces afrontar las adversidades de una manera racional, de disfrutar de la vida y de desarrollar todo nuestro potencial.