CAMINO DE LA LIBERTAD
Una de las experiencias más trascendentes del ser humano es el reconocimiento de su libertad, y contar con el coraje para elegir ejercerla.
Muchos predican acerca de ella, todos la buscan incansablemente, otros dicen buscarla ó pretenden que la buscan, otros dicen ser libres y resultan no serlo en absoluto, sin embargo, amigos míos, muy pocos están realmente dispuestos a ser libres. Somos libres en la medida que podemos desprendernos física, material, emocional y psicológicamente, de un sin fin de ataduras que nos hemos fabricado e impuesto. Y desprendernos, no significa ni frialdad ni indiferencia, implica aceptación, convicción interior, fé, y un profundo respeto y confianza por todo cuanto acontece, sin imponerle a las circunstancias ó las personas que sean como nosotros esperamos que sean, sin forzar resultados, sin pretensiones egocéntricas. Todo esto, implica un nuevo nivel de comprensión personal de la naturaleza espiritual del mundo en que vivimos y de nuestra experiencia en él. Necesitamos entrenarnos para dejar atrás aquello de lo que no nos queremos desprender, para soltar aquello de lo cual nos hemos convencido que dependemos o necesitamos para sobrevivir ó ser felices. Soltar, liberarnos, es lo único que nos hará crecer realmente. ¿Estamos realmente dispuestos a renunciar a esas ataduras? ¿Estamos efectivamente dispuestos a ser libres? Hasta qué punto creemos que sin esas ataduras perderíamos parte de nuestra identidad ó de nuestra vida, hasta qué punto hemos comprometido nuestra libertad personal manteniéndonos prisioneros de nosotros mismos, inhibiéndonos de experimentar lo que nos dicta el corazón e impidiendo nuestra propia realización personal y espiritual. ¿Podemos reconocer y observar hasta qué punto estamos siendo manipulados ó controlados desde el exterior, y sin darnos cuenta somos partícipes de ello? ¿Realmente elegimos por cuenta propia, y disponemos nuestra vida en base a ello? ¿Nos honramos a nosotros mismos con las elecciones que hacemos, y con la vida que tenemos?
La verdad es que, la libertad nos puede resultar demasiado abrumadora por la tremenda responsabilidad personal que implica ejercer concientemente nuestro libre albedrío. Ejercer el libre albedrío implica asumir todas las consecuencias que involucran las elecciones que hacemos y las decisiones que tomamos, sin quejas ni excusas, implica un salto al vacío que pocos están dispuestos a dar, implica correr riesgos, implica renunciar a todo aquello que no concuerda con lo que realmente somos, con lo que queremos en nuestra vida y para nosotros; cuando evitamos dar ese salto, nos fabricamos el cautiverio en el que a menudo vivimos, pretendiendo que allí nos hallamos seguros, cuando en realidad no somos más que prisioneros. La vida es un campo de infinitas posibilidades, no es previsible, la diseñamos y creamos con cada paso que damos, con cada elección, el impulso vital que va configurando nuestra creación. Optar por ejercer nuestra libertad no requiere derribar barrotes, ni muros ficticios, significa vivir en una dimensión radicalmente nueva, desconocida para gran la mayoría, dados los condicionamientos a los que nos hemos sometido. La libertad no se persigue, ni se tiene que alcanzar, porque ya es nuestra, nacimos con ella, simplemente elegimos vivir en libertad o no. Elegirla requiere coraje, espíritu guerrero, una tremenda valentía para romper las cadenas que nos hemos impuesto; y eso es algo a lo que muy pocos están dispuestos, porque se hallan demasiado comprometidos con sus grilletes.
Soltar amarras significa entregarnos a un océano que nos resulta desconocido, implica entrar en la incertidumbre con fé, con visión y convicciones claras, con una nueva percepción de nosotros mismos, requiere seguir nuestra dirección interna, movidos por la sabiduría y la fé que nos provee la fuerza e iluminación que necesitamos para derribar los límites de nuestra reducida y temerosa percepción.
Para concluir, un elocuente pasaje del gran poeta Tagore:
"Ese, al que encierro en mi nombre, está llorando en su mazmorra. Estoy siempre atareado construyendo un muro a mi alrededor, y a medida que éste muro asciende hacia el cielo, día tras día, pierdo de vista a mi verdadero ser en su sombra. Me enorgullezco de éste gran muro, y lo enluzco con polvo y arena, por miedo a que pueda quedar en mi nombre un mínimo agujero; sin embargo, a pesar de todos los cuidados que tengo, voy perdiendo de vista mi verdadero ser".
Flores de Bach: CENTAURYCentaury está representado por el arquetipo "del Sometimiento". Tiene que ver con la imposibilidad de ser libre de ataduras invisibles que anulan la voluntad.
La persona Centaury es de carácter pasivo y de individualidad poco desarrollada, complaciente y con tendencia a la sumisión.
Es de fácil reacción a los deseos ajenos y de poco estímulo para los propios, no siendo consciente de su naturaleza explotable. Queda de esta manera totalmente expuesto a la voluntad ajena, cansándose, agotándose con facilidad, y esclavizándose al intentar ayudar y ser útil. En sus ansias por servir, sobre valoran sus posibilidades, ofreciendo más de lo que tienen y corriendo el riesgo de apartarse de su propio camino o misión en la vida.
Le cuesta decir NO, confundiendo cooperación o servicio con servilismo. Se los puede ver atados a la familia, trabajo, enfermedad, relaciones etc., mientras sienten callada y tímidamente como abusan de ellos, sin poder usar su poca voluntad para emprender cualquier reforma.
El cansancio de Centaury no es psíquico, pues en este plano está muy alerta; es físico y producido por la gran cantidad de tareas de las que se hace cargo.
La ayuda desinteresada de Centaury a los demás, así como la entrega también desinteresada a una misión, son grandes virtudes. Pero en el Centaury negativo estas características están distorsionadas en su aspecto negativo. No llega a estas virtudes como conclusión de un proceso de evolución interior, es decir, como resultado de la armonía de SER SUPERIOR/PERSONALIDAD. Para ello precisamente se necesitaría fortalecer la personalidad, cosa que en Centaury es diametralmente opuesta: Centaury se subordina como un niño pequeño, sin ningún albedrío a otra persona, y con ello a todas las debilidades y desviaciones que puedan derivarse de la idiosincrasia de ese otro. Con ello Centaury no solo no ayuda a esta persona, sino que por el contrario hace que la misma refuerce sus patrones negativos de dominación. Obviamente, aunque con esto, en el fondo busque reconocimiento y consideración, no lo suele conseguir. Más bien se convierte en el "felpudo psíquico" de los demás.
Aunque no lo entienda, en ese "refugiarse en los demás", a menudo esconde una negación no solo a madurar, sino por supuesto a evolucionar.
Centaury cree que al decir NO a algo que alguien le pide, éste se va a sentir ofendido retirándole su afecto o aprecio. Con ese miedo asume otra carga, olvidando que él no solamente existe sino que también tiene sus necesidades, siendo ello parte de su misión en la vida.
Debido a su debilidad afectiva crónica, se mimetizan con el medio en el que se encuentran y se someten a los dictados de otros más fuertes, sobre valorando lo que hacen en detrimento de lo que son. Por toda la actividad que desarrollan y el servicio que prestan a los demás parecen fuertes y bondadosos, pero en realidad son débiles y esclavos de aquellos a los que sirven. Por ello les cuesta poner límites o dar órdenes.
El masoquismo extremo los domina hasta tal punto que son capaces de dejarse golpear física o psíquicamente sin decir nada, acumulando el miedo.
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