Tú que has ganado mil batallas. Tú que has sobrevivido a todo. A ti que te han dado palos. Y muchos. Y que tienes cicatrices por toda la espalda. Tú que sabes lo que es tropezar con una piedra. O con dos. O con más. Pero que también sabes lo que es levantarse y seguir avanzando.
Sí, tú. Dime que te vas. Dime que te vas a luchar por todo lo que quieres. Que vas a cumplir tus sueños. Sin mirar atrás. Dímelo. Y haz lo que quieras. Hazlo como quieras. Como te apetezca. Como te salga. Pero hazlo de tal forma que, si acaba, puedas decir “he intentado ser feliz, y muchas veces lo he conseguido”. Y que puedas alegrarte por haberlo dado todo en cada segundo, por haber dejado sudor y lágrimas. Y sonrisas. También.
Porque dicen que nada es imposible. Que solo hay personas incapaces. Pero tú no eres una de ellas, ¿verdad?. No. Tú vas allí, con fuerza, con ganas. Porque la vida te puede sorprender. Para bien o para mal. Pero aun así tú vas. Y que pase lo que tenga que pasar. Y que venga lo que tenga que venir. Y que si llega el fin del mundo, que no te arrepientas de no haberlo intentado.
Prométeme que vas a ir a dar todo de ti. Que lo vas a hacer. Prométeme que vas a ir para demostrar quién eres en cada lugar. Para dejar huellas, pero de esas que no se borran ni con mil años que pasen. Prométeme que no me defraudarás. Que no te defraudarás. Y que irás sin pensar en qué pasará. Sino disfrutando de cada paso que das. Que no te rendirás. Ni un solo segundo.
Hazlo. Venga. Atrévete. Porque tú puedes. Y que dure lo que tenga que durar, pero disfrútalo. Disfrútalo como si fuera para toda la vida. Que dicen que no pasa nada, pero es que mientras nada pasa, la vida se escapa. Y supongo que no querrás que se escape. Ni la vida ni nada. Así que venga. Vete. Pero ve a por todas.
Porque, si no vas a por todas, ¿a qué vas?
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Eres lo que piensas. Vives como eres.