Con su actividad espiritual y mística, los sufíes viven la experiencia de la trascendencia. Se nutren del Cristianismo y las antiguas corrientes espirituales egipcias, persas e hindúes para estimular y sentir la experiencia interior de la contemplación, la sabiduría y la vivencia de lo divino. Ibn el-Arabi afirmaba en el siglo XII que el hombre hereda una sabiduría milenaria que alcanza los 40,000 años y que nosotros podemos aprovecharla con la experiencia mística.
Los sufíes creen que existe una forma de conocimiento que le permite al ser humano conocer las verdades reveladas, la sabiduría milenaria, la inteligencia de la "realidad superior", la que está más allá del alcance de los sentidos y la imaginación. Para alcanzar este conocimiento, dicen los sufíes, no son necesarios libros ni alta cultura sino la comunicación directa con los Maestros o con la realidad. Para transmitir sus vivencias espirituales los Sufíes se valen del canto, la oración, la narración corta, la poesía amorosa y la sentencia.
La misión del sufí es despertar la fuerza interior que subyace en el alma humana. Por ello están conscientes de que los seres humanos tienen una energía, una fuerza, una luz interior que les permite conocer, valorar y guiarse en el mundo. Para el sufí es secundario el medio para descubrir esa fuerza. Lo importante es llegar a ella, sentirla y vivirla. Mientras el taoísta concentra su atención en la energía del Cosmos, el sufí fija su mirada en la propia energía interior, en la fuerza de su ser profundo. Lo que permanece, según los sufíes, está en otro plano.
El fundamento del sufismo es la fe y su esencia es el amor, que los sufíes conciben como el camino hacia la verdad, el conocimiento y la acción. Para estos místicos del Cercano Oriente la experiencia interior es la vida misma. El sufismo, por tanto, encierra la esencia de diversas enseñanzas religiosas, filosóficas y místicas y su fin es conducir a la realización de hombres y mujeres para "vivir la Realidad", que es su forma de entender el sentido de la trascendencia. Se trata de una visión espiritual, metafísica y mística, que aspira a que los humanos encuentren su verdadero ser a través de su propia vida interior. La motivación parte de la convicción de que su ser profundo está conectado con la Energía Superior del Uno, que es su manera de aludir a la Divinidad.
Como doctrina y práctica místico-literaria, el sufismo enseña: 1. Afinar los medios de percepción que nos ponen en contacto con la sabiduría verdadera. 2. Canalizar poética o narrativamente la revelación del más allá. 3. Vivir la experiencia de la trascendencia con una dimensión espiritual y mística. 4. Despertar la corriente interior que late en el ser humano para sentir espiritualmente. 5. Cantar la unión del hombre con Dios.
2. Creaciones de los Sufíes. A pesar de que las grandes figuras del sufismo son anónimas, en la historia literaria hay valiosos nombres de autores sufíes. La antigua literatura persa es eminentemente sufí y son clásicos los nombres de Omar Ibn Al`Farid, Ibn el -Arabi, Ibn el Farid, Mansour Hallad, Ibrahim Ibn Adham, Yayja al Razi, Jalalu´d- Din Rumi y Omar Khayyam, entre otros. Todos son místicos musulmanes.
Famoso es también el canto de los Derviches que sirven al sufismo para inducir el éxtasis místico. Uno de los poemas sufistas de Omar Khayyam dice: "Luna de amor que nunca conociste el ocaso,/ que te remonta una y otra vez en el cielo, /¡Cuántas y cuántas veces tratarás de buscarme/ en el mismo jardín, y todo será inútil"! (Rubaiyat).
Para enseñar a pensar, vale decir, a captar verdades profundas a partir de la propia experiencia, los sufíes transmiten sus enseñanzas con el fin de conocer el secreto de las cosas a través de parábolas, sentencias o cuentecillos como este: "La gente cree que un Maestro debe hacer milagros y manifestar iluminación. No obstante, el único requisito de un Maestro es poseer todo lo que el discípulo necesita" ( Ibn Arabi, "Los logros de un Maestro" ) .
Los sufíes comparan la verdad con un jardín amurallado, por lo cual creen que el ser humano está llamado a luchar contra todo lo que nos aparta de su posesión, comenzando por la liberación de las ataduras mentales que nos cercan y nos ciegan.