Si un niño te pide atención no es por molestar, no es un capricho. Lo que busca es esa conexión emocional que se transmite a través de una mirada, de una caricia, una palabra, cariño y mucha paciencia.
Según Boris Cyrulnik, célebre neurólogo y autor de “Los alimentos afectivos” cada interacción que tenemos con nuestros niños, puede llegar a crear dos caminos completamente opuestos. Dependiendo de cómo reaccionemos ante cada demanda de los más pequeños, se creará un impacto positivo, es decir una caricia afectiva positiva o por lo contrario, una respuesta negativa o incluso puede incrementarse aún más su “hambre emocional”.
En realidad, no siempre somos conscientes de la importancia que puede llegar a tener responder a cada llanto de nuestros hijos, a cada palabra, a cada pregunta o a cada tirón de nuestra ropa que nos propinan desde su altura. Nos piden que estemos “presentes” para ellos, que seamos guías de su curiosidad, el consuelo de sus miedos y el apoyo cotidiano de cada uno de sus descubrimientos.
No es fácil estar pendiente de ellos cada día y a cada hora con el mismo ánimo y con las mismas energías. Sin embargo, conviene recordar un aspecto esencial: el período en que un niño nos demanda atención no es muy amplio. Cuando nos demos cuenta, habrán llegado a la pubertad y en ese instante, ese chico o esa chica iniciará un viaje opuesto: el de la introspección, el del descubrimiento de la propia identidad.
Si hemos sido esos aliados suyos a lo largo de la infancia y su referencia a cualquier necesidad, habremos puesto unos cimientos magníficos para fortalecer su autoestima y su crecimiento personal. Te proponemos que gestiones del mejor modo todas sus necesidades a partir de hoy mismo. Te explicamos cómo.
Lo único que quieren de ti es tu atención
El primer modo en que un niño demanda nuestra atención es mediante el llanto. Tanto es así que en ocasiones, no lloran solo porque tienen hambre o porque necesitan que le cambiemos el pañal.
Un bebé llora ante todo por necesidades emocionales: miedo, necesidad de cercanía, sensación de sentirse abandonado, indefenso… Ansía sentirse seguro, y algo así solo se sacia con mamá o papá cerca.
Si un bebé llora no lo hace por chantajear a sus padres, lo hace por una necesidad auténtica, y de nada va a servir desatender su llanto. Algo así no les va a ayudar a hacerse mayores. Desatender un lloro es hacerle saber que sus necesidades no siempre van a ser atendidas.
Veamos más datos con detalle.
Desde los 0 a los 2 años: te necesito para sobrevivir
Hay madres y padres que se quejan de la intensidad con la que el bebé emite su llanto. Es algo desgarrador. No es que su hijo sea especial, en realidad, el llanto tiene esa misión: es el único mecanismo del que dispone un niño pequeño para pedir ayuda: te necesita para sobrevivir.
De los 2 a los 4 años: la demanda de atención de forma agresiva o constante
Hay detalle que es necesario dejar claro: existen niños hiperdemandantes. Ello no significa que nosotros seamos obligatoriamente padres y madres hiperpasivos. Significa que nuestro hijo necesita más que el resto, que su mente alberga más miedos, más ansiedades y mayor necesidad de cercanía.
En ocasiones, incluso te exige atención de un modo agresivo. Ante este tipo de conductas y reacciones solo cabe una fórmula: paciencia y cercanía.
Piensa que el cerebro de un niño sigue un ritmo de maduración y que a veces, el plano emocional se rige aún por los miedos intensos, por la sensación de inseguridad continua.
A continuación, te explicamos cómo gestionar estas situaciones.
Ante la necesidad de atención, conexión emocional y establecimiento de límites atención.
Todos tenemos muy claro que no siempre vamos a poder atender todas y cada una de las necesidades emocionales de nuestros hijos. En primer lugar, porque aunque así lo quisiéramos, no siempre podemos estar con ellos las 24 horas del día. En segundo lugar porque a veces, y a medida que se hacen más mayores, algunas necesidades no son lógicas ni oportunas.
Por ello, hay que saber actuar con adecuada sabiduría y ante todo, Inteligencia Emocional.
Aprende a conectar con tu hijo. Hablamos de esa conexión emocional donde entender siempre qué quiere y qué necesita realmente.
Procura que el tiempo compartido con ellos, ya sea una hora o diez horas, sea siempre de CALIDAD.
Cuida de que tu hijo vea en ti a esa madre en la cual, confiar. Debe percibir que cada palabra suya va a ser atendida, que cuando habla tú le prestas atención y que para ti, es lo más importante del mundo.
Aprende también a establecer límites y a gestionar sus emociones negativas. Para ello, nada mejor que decirles “sé cómo te sientes, te comprendo, pero ahora no es buen momento, estoy haciendo la cena. Si quieres me ayudas y si no me esperas 15 minutos, y después, mamá estará contigo para lo que quieras”.
La cercanía, la atención empática y auténtica, la paciencia y el adecuado establecimiento de límites, nos puede ayudar día a día a educar las necesidades de nuestros hijos de forma más plena. Porque recuerda, esas demandas nunca son origen de un capricho al azar: sino de su proceso natural de madurez emocional.
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