Hazlo: reinvéntate las veces que lo necesites, recicla escenarios, personas, potencia tus fortalezas y deja que emerja poco a poco tu auténtico ser. Al fin y al cabo, reinventarse no es más que ser receptivo a las oportunidades que nos ofrece el destino para seguir creciendo. Así, podemos elegir en qué nos queremos convertir, dejando a un lado el miedo.
A menudo, suele decirse aquello de que nuestra vida empieza en dos momentos distintos. La primera cuando llegamos al mundo, la segunda cuando descubrimos qué queremos ser y alcanzar en ese mismo mundo al que hemos ido a parar. Tener un propósito vital es algo imprescindible para levantarnos cada día, es un motivador que nos marca un rumbo, un objetivo en el horizonte.
“Debemos convertirnos en el cambio que buscamos en este mundo”
-Gandhi-
Ahora bien, una tendencia común entre muchas personas es albergar una visión algo distorsionada sobre su futuro. El idealismo nunca es bueno, pensar en el éxito, en ese triunfo laboral que nos aporta una cuantiosa cuenta corriente o imaginar que encontramos a una pareja ideal y perfecta trae, en ocasiones, ciertas secuelas. Una de ellas es la frustración que nace al tropezar cara a cara contra la realidad, casi siempre gris, compleja y a instantes, decepcionante.
Es común darnos por vencidos en alguna que otra ocasión. Nos convencieron de que basta con pedir un deseo a una estrella para que este se cumpla, nos hicieron creer que las cosas buenas llegan a quienes saben esperar, cuando nada de esto suele cumplirse. Sin embargo, vale la pena recordar algo realmente esperanzador.
Tal y como dijo una vez Carl Sagan en su libro “La conexión cósmica”, el ser humano está hecho de polvo de estrellas. En cada una de nuestras células se inscribe un legado estelar resultado de esa chispa inicial que dio paso a la vida. Entonces, está muy claro que tenemos pleno derecho a soñar y que disponemos de la energía suficiente para alcanzar cualquier objetivo.
Reinvéntate, pero no olvides tus raíces
Reinvéntate las veces que haga falta, vuela alto y lucha cada día por aquello que tengas en mente, pero recuerda no olvidar dónde están tus raíces. Es importante tener en cuenta esta idea por una razón muy concreta. En este, nuestro mundo postmoderno, nos vemos obligados muchas veces a pensar como auténticos maestros del ajedrez. Atendemos las demandas y peligros del entorno e intentamos ir siempre varios pasos por delante.
Ahora bien, anteponer riesgos para poner en marcha respuestas rápidas tienen más consecuencias que la de intensificar la ansiedad. En ocasiones, supone convertirnos en algo que no nos ofrece felicidad alguna. Nos animan desde bien temprano a tener una gran formación académica para lograr el éxito laboral, sin embargo en ocasiones el éxito no llega porque el joven no tiene oportunidades.
Otro ejemplo. Se espera de la mujer actual que triunfe en la esfera pública, que tenga un buen trabajo, que sea una supermamá, esa hija siempre atenta con sus padres y una fabulosa compañera para su pareja. Llega un momento en que solo es consciente de aquello que los demás esperan de ella: sus hijos, su jefe, sus compañeros de trabajo y su familia. No hay espacio propio, la identidad queda diluida porque se han perdido las raíces.
Es pues momento de reinventarnos, te explicamos cómo.
Estás listo/a para tu propia revolución personal
Ravenna Helston es una profesora emérita de la Universidad de California conocida por su defensa de los derechos de la mujer, y por sus estudios al respecto de la personalidad humana y sus cambios a lo largo de nuestro ciclo vital. Uno de sus consejos más valiosos es que debemos aprender a modificar nuestras identidades a medida que avanzamos por la vida.
“La gente no puede descubrir nuevas tierras hasta que tenga el valor de perder de vista la orilla”
-André Gide-
Con modificar no quiere decir “cambiar”. Se trata de variar algunos aspectos conservando siempre nuestras señas de identidad. La doctora Helston lo llama “el cambio inteligente”, ese donde dejar a un lado el miedo o pensar incluso que es demasiado tarde para reinventarnos. Es bueno que seamos capaces de tener OBJETIVOS A LARGO PLAZO, porque si nos limitamos a cumplir los objetivos de a corto plazo, nos limitaremos a tener una vida rutinaria donde no surge nada prodigioso: nada tan significativo como para otorgarnos una felicidad auténtica.
Te damos 3 claves para lograrlo.
Componentes emocionales para el cambio: ¡Reinvéntate!
A continuación te proponemos reflexionar sobre las tres “R” que te permitirán valorar si estás preparado/a emocional y psicológicamente para reinventarte a ti mismo.
Resiliencia: para reinventarnos, necesitamos primero poder hacer hacer frente a todos los desafíos que vamos a encontrar. Sé consciente de que todo cambio ocasiona un desajuste emocional y alguna pérdida, ante la cual debemos estar preparados. Si eres una persona resiliente, dispondrás de recursos personales para entender que a veces los momentos difíciles nos hacen más sabios, más aptos para la vida.
Respeto. El respeto tiene que ver con las propias raíces. Ningún cambio debe ser tan drástico como para llevarnos de pronto a una situación que no se ajusta a nuestros valores o identidad. Sé respetuoso contigo mismo y también con los demás. Ten muy claro lo que quieres y a su vez, comunica al resto lo que necesitas en estos momentos y por qué es vital para ti “reinventarte”.
Renovación. La renovación forma parte de la propia reinvención, de hecho, sin ella, no sería posible ni factible. Solo cuando hemos renovado pensamientos y actitudes, solo cuando nos hallamos en un nuevo escenario, con gente nueva y retos nuevos, habremos logrado nuestro propósito: reinventarnos a nosotros mismos.
Para concluir, no debemos subestimar nunca nuestra capacidad para el cambio. Aunque a nuestro cerebro se resista a ellos, estamos hechos para afrontar riesgos, para encarar miedos y salir triunfantes de nuestros retos. Estamos hechos de polvo de estrellas, así pues, que nadie te diga que tus sueños son demasiado grandes.
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