Hay tiempos y lugares en los que nuestra mente juega, sentada en el columpio de la existencia. Y desde alli, nos trata de llevar con la imaginación, a un espacio que ya no existe ni volverá jamás. Nos atrapa en una especie de melancolía donde cualquier tiempo pasado parece ser mejor.
Pero aquí reside la capacidad de practicar el desapego inteligente, soltando lo que es imposible retener o cambiar, pues perteneció a otro momento presente ya vivido.
Y eso es lo que pretendo en este 2017, una vida vivida desde el corazón, desapegando mi mente de conceptos y razones para todo. La única razón para vivir es la que puedas sentir desde el corazón.
Miro atrás , al año que se fué y recuerdo cada vez que me dejé llevar por los miedos, que tomé decisiones movidas por esa supuesta razón de la mente, que huye del supuesto peligro y busca una falsa seguridad, ya que los miedos nunca pueden traer como fruto la felicidad o la plenitud
Es hora de mirar desde el corazón a la vida, de aquello que siento desde un lugar que ya no conoce el miedo, pues solo fluye en el instante presente, el único en el que la vida real sucede a nuestro lado, a veces casi sin darnos cuenta de su presencia.
El miedo al futuro procede de una mente racional que imagina peligros, que busca la supervivencia a toda costa y se proyecta en evitar todo lo que pueda parecer dar un paso en falso, un salto al vacio… Y la vida es sentir el viento golpearte el rostro mientras aprendes a surfear las olas.
¿La realidad? Que la incertidumbre es nuestra compañera más sincera y que no hay nada seguro en el futuro. Los problemas son retos que resolver o, si no es posible, aprender a relativizar, los recuerdos dolorosos, las añoranzas… todo ello danza alrededor de este preciso instante, lugar de encuentro de la verdadera felicidad.
Porque bajo las olas inevitables, el fondo del oceano permanece estable y tranquilo, inmutable ante los sucesos cambiantes de un universo en constante flujo
Es hora de romper las cadenas que me ligan a mis miedos, de deshacerme de la incertidumbre que me frunce el ceño y me ha encogido el corazón, y aventurarme a vivir a mi manera.
Desde hoy no permitiré que nada ni nadie borre mi sonrisa.