El miedo a la soledad, al abandono, a sentirnos desprotegidos, desamparados, aislados, lejos del amor y del afecto de otro cuerpo, de otras manos, de otro corazón.
El miedo al abandono es uno de los más primarios que tenemos los seres humanos. Cuando somos bebés, necesitamos para sobrevivir a un adulto que nos de alimento y afecto. Así entramos en la infancia, cruzamos la adolescencia queriendo que nos dejen solos y llegamos a la adultez con un profundo pánico a la soledad. ¿Qué ha sucedido?
Cuando ya somos adultos, nuestro cerebro acumula una cantidad importante de vivencias de la parte más determinante de nuestra vida: la infancia y la adolescencia. Lo que ocurre allí, es lo que nos da la forma que tendemos de la mayoría de edad en adelante, con nuestros miedos, sombras, deseos y sueños.
En algunos casos nos convertimos en adultos valientes, que se quieren, se fijan objetivos y van a por ellos. En otros casos quedamos atrapados en cuerpos temerosos, que no se cuidan o incluso se maltratan.
Y es justo en medio de esta etapa adulta, la que podría ser la mejor porque depende únicamente de nosotros mismos, en la que a causa de este tan temido miedo a la soledad, la idea de tener una relación de pareja se convierte en una auténtica prioridad. Se convierte en algo tan sumamente importante que si no lo conseguimos o si lo tenemos pero lo acabamos perdiendo, nuestra vida pierde el sentido por completo. Nos cuesta ser felices, sentir plenitud, bienestar profundo y esto nos puede conducir a hacer elecciones sin criterio y a consecuencias muchísimo peores que esa temida soledad.
Es muy importante haber aprendido a estar solos, haber descubierto que solos estamos bien, para crear una relación sin apegos ni dependencia emocional. Si sabemos que solos nos va bien, no nos costará tanto volver allí, en el caso de que la nueva relación acabe por no encajar con lo que creíamos que sería.
La clave para estar bien solos es la vida social. Somos seres sociales y necesitamos tener vida social. Si es así podremos llevarlo bien. Está claro que en el fondo, a todos nos gusta más estar acompañados, tener pareja, que estar sin ella, que no debemos cerrarnos a la posibilidad de una nueva relación. Si llega, será maravilloso, pero si no, también nos irá bien.
Si tenemos una vida activa y socialmente rica, sin duda encontraremos esa persona. Constantemente hay seres maravilloso que ponen fin a relaciones que les han desgastado y que ya no tenían sentido en sus vidas, y que se abren a escribir nuevos capítulos en su corazón.
Lo más importante es que tengamos claro que para abrir nuevas puertas, antes debemos asegurarnos que otras han quedado bien cerradas para siempre.
Silvia Congost