¿Cuántas veces has agachado la cabeza para “evitar un mal mayor”?
Te has callado.
Has aceptado algo que no querías.
Has dicho que sí cuando eso iba en contra de tus pensamientos, de tus deseos o incluso, de tus creencias.
¿Qué buscabas en todos estos casos?
Por un lado, “mantener la armonía” – esa que tanto anhelas pero que se vio amenazada por el desborde que se produjo.
Y por el otro lado, evitar un mal mayor:
. no pelear
. no discutir
. no vivir un momento tenso
. que no se vuelva a repetir una situación difícil que ya has vivido (con o sin violencia de algún tipo)
. que tus hijos no sean testigos de desavenencias
y… ¿sabes lo que realmente ha pasado?
Claro que lo tienes en claro.
En lugar de la calma que buscabas, con el correr de las horas o de los días la situación fue escalando.
No reaccionar ante un problema, en vez de enfrentarlo y pasar por lo que resulte necesario para llegar a un lugar en el que las cosas estén bien, genera el efecto contrario.
Cuando no nos encargamos de un tema que realmente requiere nuestra presencia, no desaparece.
Sucede lo que tanto temías:
Se hace más visible.
Adquiere más protagonismo.
Y puede comenzar a expandirse a otras áreas.
No dejes que nadie arrase tu derecho de expresarte, de opinar, de elegir, de llegar a un acuerdo.
Está en ti permitir que te impongan cosas o poner límites cuando creas que es necesario hacerlo.
Eres la misma persona que hace años, con la única diferencia que has cedido de más para “evitar males mayores” y esta conducta se ha vuelto en tu contra.
Puedes revertir los resultados.
Siempre estás a tiempo de recuperar parte o todo el terreno perdido. ¡Anímate a hacerlo!
Por Merlina Meiler