- Citación :
Existir es cambiar, cambiar es madurar, madurar es crearse a si mismo sin cesar
Henri Bergson.
El cambio no ocurre de golpe. Lleva tiempo y energía. Y gran parte del proceso es interior, especialmente al principio. Mientras valoramos si vale la pena cambiar y el esfuerzo que puede suponer.
Empieza con una persona que no es consciente de la necesidad de cambio ¿para qué? Estoy más o menos bien así. No me quiero arriesgar. Aunque no me guste mi vida ¡las cosas podrían ser peores! Mejor dejemos las cosas como están. En esta etapa mueren muchas posibilidades de mejorar nuestra vida, de ser más felices. Ni se plantea la posibilidad de intentarlo.
En un segundo paso de esta escalera hacia el cambio, sobreviene la consciencia de la necesidad del mismo. Puede ser una de las más duras, aunque necesaria e inevitable para poder seguir avanzando. Duele darse cuenta de que hay partes de nuestra vida que hay que dejar ir y nos resistimos a hacerlo. Pero ya hemos traspasado el umbral y no resulta sencillo volver atrás. Si lo hacemos, es probable que pensemos que no lo podremos conseguir nunca. Es una etapa que consume mucha energía, porque hemos valorado la posibilidad, y retroceder ya no nos lleva al mismo sitio de supuesta tranquilidad. Quienes se demoran mucho en esta etapa, se enfadan.
Generalmente con quienes le intentan ayudar, aunque su enfado proviene de la propia negación de su posibilidad de cambio.
Una tercera etapa ya implica algo más elaborado. La persona comienza a hacer planes para actuar pronto. Se prepara y considera sus opciones y hacia donde debe dirigir sus pasos. Por donde empezar para conseguir un cambio solido. Todavía es solo un proyecto. Y es otro de los momentos críticos, porque el simple hecho de planearlo, puede hacernos pensar que ya lo estamos consiguiendo aunque, de facto, no estemos cambiando realmente nada. Es una etapa en que el mayor peligro es la autocomplacencia y la falsa sensación de competencia. Podemos quedarnos atrapados en ella.
La siguiente fase es en la que realmente comenzamos a trabajar nuestro cambio, sea el que sea el que elegimos. Es la etapa de las acciones. Nos ponemos a ello, y comenzamos a cambiar. Si lo hacemos ordenada y conscientemente, es una etapa larga pero muy satisfactoria. Tenemos que adquirir nuevas habilidades tanto mentales como físicas y poner a un lado creencias consolidadas. Nos cuestionamos casi todo. Es como si, al empezar a cambiar, nos entusiasmásemos y pensáramos que podemos ir mucho más lejos. Aquí es esencial mantener la calma y seguir nuestro plan, que puede ser propio, compartido o ayudado por un profesional de la psicología.
Luego está la consolidación. Esta podría verse como el final de este camino. Pero no es así. Puede que ocurra con una conducta, o un hábito, o una adicción. Pero lo cierto es que, en el proceso de cambio, quienes cambiamos principalmente somos nosotros. Nos reconocemos y aceptamos. Nos damos cuenta que la única constante de verdad es el cambio. Y aprendemos a gestionarlo. A creer en nuestra capacidad para conseguirlo.
Una etapa transversal a todas ellas, que no provocamos, pero está presente, es la recaída. Ese momento en que, bajamos la guardia, y volvemos a los hábitos no deseados. No pasa nada. Aprovechemos para aprender y, de paso, para ser conscientes de nuestra debilidad.
Puede ser el mejor o peor momento. Dependerá de lo que aprendamos de él.
Por último, podría decirles que, los cambios, mejor poco a poco, y ocurre así al principio. Una vez comenzamos este nuevo camino, aprendemos a cambiar y de repente nos encontramos haciéndolo cada vez mejor.
¡Bienvenido sea!