Es tentador justificar los celos en nombre del amor, de un amor de verdad. Pero los celos no obedecen, en muchas ocasiones, al amor hacia los demás, sino al puro egoísmo. Y cuando hay amor, esos celos no nacen de este amor, sino de sentimientos de posesión, inseguridad, necesidad de control, o de la envidia a la mayor seguridad emocional del otro.
Los celos no nacen del amor. En muchos casos, los celos no son consecuencia del amor, sino más bien de todo lo contrario. Cuando nace un hermanito, todas las atenciones que antes eran para uno, se concentran en el recién llegado. Éste se convierte en un intruso que ha venido a robarle el cariño y el amor que le demostraban sus padres. Y nace la agresividad, una consecuencia de los celos.
En el trabajo. Los celos también están presentes en el trabajo. Las personas muy desconfiadas, las que quieren ocupar los mejores puestos, las que no les gusta perder ni el tren, acaban desquiciadas por los celos cuando se encuentran con alguien que hace las cosas con más facilidad y eficacia. No pueden soportarlo. Harán todo lo posible para neutralizar esa superioridad indiscutible.
Los celos siempre hacen daño. En las relaciones cotidianas, entre amigos (por estar mejor considerados en el grupo) o entre las parejas, por un control férreo al que someten al otro, los seguimientos asfixiantes que se dan “por casualidad”, o por las continuas censuras hacia lo que debe o no decir o hacer, acaban minando la armonía de toda relación.
Los celos por sentimiento de inferioridad o posesión son difíciles de admitir por el interesado. La aceptación de que el comportamiento se basa en el egoísmo, en la imitación del perro del hortelano (que ni comía ni dejaba comer) es el punto de partida para solucionar relaciones tormentosas y disfrutar un poco de la serenidad. No olvidemos que, aunque el celoso lo haga pasar mal, seguramente él lo pasa peor.
Celos basados en la ciencia ficción. Si los celos se basan en situaciones irreales, imaginarias, en lo que pasaría y en lo que dejaría de pasar, debemos dar un voto de confianza al otro, al que se suele desgastar con pensamientos sin ninguna base sólida en la que sustentarse. Si algo tiene que pasar, ya pasará, pero mientras, disfrutemos del presente.
Los celos solamente hacen daño, tanto a uno mismo como a los demás. Y hay que solucionarlo, cosa que no resulta siempre fácil. Pero antes, hay que detectar si están o no presentes dentro de una relación. Y admitirlo, sobre todo, admitirlo. Luego, intentar hablar y comunicar el daño que cada uno recibe para que la otra parte intente comprenderlo y actuar en consecuencia.