La depresión es uno de los problemas más grandes de nuestro tiempo, una de las enfermedades psicológicas más comunes y que más estragos está causando en el siglo en que vivimos.
Probablemente el vacío del hombre, el no encontrarle sentido a las cosas, a la vida, a lo que hace, unido a los nervios y las excesivas preocupaciones por la lucha por surgir para tener una economía segura que azotan a los seres humanos en esta presurosa vida moderna, están llevándolos al borde del colapso nervioso y la ruina de la depresión.
La depresión puede ser el signo, el timbre de alarma de un vacío existencial en el hombre moderno, la señal de que algo grave está pasando en su "yo" interior. Paradójicamente, lo triste de esta enfermedad es que parece un refugio seguro contra todo lo anterior, un ámbito interior en el que la persona se puede situar para buscar amparo ante la problemática de la vida moderna. La persona puede acostumbrarse a buscar ese refugio como si fuera una droga y meterse allí cada vez que vengan los problemas fuertes.
Lo cierto es que uno se puede encontrar con deprimidos en cualquier parte y lugar. Su rostro inexpresivo o triste, su aspecto exterior descuidado, su inactividad, su indiferencia por todo, su hundimiento psíquico y su estado de inercia nos muestra a un ser humano derrotado que es presa fácil de los medios de diversión, de alineaciones comunes o infrecuentes o de las drogas, sean lícitas o ilícitas. La persona deprimida está desmotivada y sin entusiasmo por la vida. Encuentra mil argumentos para estar de esa manera, ve el lado negro de la vida con demasiada facilidad y sobre eso añade justificaciones para estar como está.
El deprimido causa problemas en su ambiente ya que sus relaciones interpersonales son muy débiles y pobres. También crea problemas porque angustia a sus seres queridos, preocupa a todo el mundo y causa lástima o ira, con lo que acentúa su estado.
Algunos síntomas claros de la depresión son: ánimo abatido, autocrítica, ritmo lento general o agitación, sensaciones físicas variadas y vagas, pérdida de apetito, estreñimiento, desarreglos en el sueño y otros similares.
La persona que padece de depresión se va deteriorando poco a poco a nivel interno y físico. Siendo la depresión una reacción del ser total en cuanto a la vida, necesariamente tiene que tener aspectos fisiológicos y especialmente psicológicos, pues la incapacidad emocional del individuo para adaptarse a las diferentes tensiones de la vida le crean esa inestabilidad que si no se controla termina en una depresión.
El deprimido se convierte en un autómata en su trabajo, hace las cosas por hacerlas, de manera mecánica sin vida ni entusiasmo. La persona se contenta con hacer lo mínimo, manteniendo así una tenue comunicación con su medio ambiente. Puede caer en accesos de ira o explosiones emocionales llenas de agresividad que son muchas veces una manifestación de protesta por su situación. También puede llorar continuamente, sintiéndose alternativamente mejor o peor y pasarse largas horas durmiendo o quedarse en la cama o en una silla horas de horas. El deprimido es un centinela de su propia ruina, un testigo fiel de su hundimiento, pero prefiere quedarse así como está en vez de cambiar.
Usted tiene que estar prevenido y luchar con todas las armas a su alcance porque la depresión lo puede llevar a la ruina emocional, sepultarlo en vida y matarlo sin morir.
Propóngase a ser positivo y feliz ayudando más a los demás para así agradar a Dios. Póngase como meta ser un eficiente trabajador u obrero, un eficaz profesor o maestro, un excelente padre o madre, un buen colaborador en su grupo religioso o comunidad. Sea una persona íntegra y comprométase a promover el desarrollo social, económico o religioso de su comunidad. Si usted tiene grandes ideales y metas y vive para realizarlas, experimentará entusiasmo, alegría de vivir, deseos de tener una vida más larga y estará siempre animado. ¿Por qué? Porque tiene motivos grandes y profundos para vivir y por ese motivo su vida estará siempre en actividad creciente.
No se olvide que Dios siempre está dispuesto a escucharlo y animarlo. Si usted comprendiera lo que es el amor de Dios sabría que El es el que más lo conoce, quien mejor puede escucharlo y el único que puede ayudarle de verdad a resolver sus problemas. CON EL, USTED ES . . . ¡INVENCIBLE!
Autor: Mons. Rómulo Emiliani, c.m.f.