En aquel tiempo eran muchos los que se retiraban
a la soledad de los montes a meditar y eran muchos
los que en el silencio de los volcanes nevados
y de los pequeños valles ocultos, se buscaban a sí mismos.
Pero Quetzalcóatl les decía:
Aquellos que buscan el Silencio en la calma nunca
lo encontrarán desnudo. Para desnudarlo
hay que buscarlo entre el bullicio.
Díganme: ¿De qué sirve a un corazón
tener calma en medio de la soledad?.
¿A poco no es como la calma que tiene un
lago estancado en un valle?.
Mas, ¡Que grande es un corazón cuando en
medio de las dificultades y los
problemas conserva la calma
y se viste con el Silencio!.
Es como el torrente que resbala sereno por
la ladera de la montaña. Algunos van
a lugares donde lo más que les molesta es el
canto de un pajarillo o el sonido que
arranca el viento a las hojas de los árboles.
Y piensan: Estoy tranquilo y sereno en este lugar,
ya he alcanzado la calma y el Silencio
es amigo de mi corazón.
Pero cuando vienen al bullicio,
sus pulsos se agitan y sus corazones se alteran,
y sus pensamientos chocan con
violencia en sus frentes,
y yo les preguntaría:
¿Dónde guardaron la calma?,
¿qué morada le prepararon en sus
pechos que tan pronto se les fue?
Sepan que aquel que busca el Silencio
interior debe encontrarlo en medio de
los ruidos y de las voces y de los gritos,
y tomándolo debe sentarlo en su corazón,
y al escucharlo ya no oirá hacia
afuera sino hacia dentro.
Y en verdad les digo, que ni cien tormentas,
ni la explosión de mil volcanes
podrían ya nunca separarlo de él.
Para buscar pues, la calma Interior,
No vayan adonde todo es calma sino
adonde no hay paz, y sean ustedes la paz.
De esta forma la encontrarán al darla,
y la tendrán en la medida en que
vean que otros necesitan de ustedes para calmarse.
Del Libro: Así Hablaba Quetzalcóatl