El corolario al dejar ir los sentimientos negativos es dejar de resistir los positivos.
Todo en el universo tiene su opuesto; por lo tanto, en la mente, cada sentimiento negativo tiene su contrapartida entre la pequeñez y la grandeza, seamos constantemente conscientes de su existencia en un momento dado o no.
Un buen ejercicio y muy esclarecedor es sentarse y observar la sensación directamente opuesta a la negativa que estamos viviendo y empezar a dejar de resistirnos a ella.
Digamos, por ejemplo, que el cumpleaños de un amigo se acerca y nos sentimos resentidos y mezquinos; por lo tanto, nos parece que no deberíamos salir a comprar un regalo, y el día se acerca.
Los sentimientos exactamente opuestos son los del perdón y generosidad.
Solo empezamos a buscar los sentimientos de perdón en nosotros mismos y dejamos de resistirlos.
Al mantenernos en el dejar ir de nuestra resistencia a perdonar a la persona, a menudo
es sorprendente que vienen en oleadas.
Empezaremos a reconocer que parte de nuestra naturaleza siempre ha tenido la voluntad de perdonar y quiere hacerlo, pero no nos atrevimos a correr el riesgo.
Pensamos que parecería una tontería.
Pensamos que estábamos castigando a la otra persona manteniendo el resentimiento, pero en realidad hemos estado suprimiendo el amor.
En un principio, podemos no sentir esto consciente y específicamente en relación a nuestro amigo, pero empezaremos a notar que tenemos este aspecto en nuestra personalidad.
A medida que seguimos entregando nuestra resistencia a amar, nos daremos cuenta
de que dentro de nosotros hay algo que quiere expresarse a través del compartir y el
dar, dejando ir el pasado y enterrando el hacha de guerra.
Hay un deseo de hacer un gesto amistoso; queremos curar la separación, reparar la herida, corregir el error, expresar gratitud, y tener una oportunidad para hacer lo que pensaste que era una tontería.
El propósito de este ejercicio es encontrar en nosotros lo que sólo puede describirse como la grandeza.
La grandeza es el coraje para superar los obstáculos.
Es la voluntad de pasar al nivel más elevado del amor.
Es la aceptación de la humanidad de los demás y tener compasión por su sufrimiento al ponernos nosotros mismos sus zapatos.
Del perdonar a los demás proviene nuestro perdón y alivio de la culpa.
La verdadera recompensa que obtenemos es la de desprendemos de nuestra negatividad y elegir ser cariñosos; somos los únicos que se benefician.
Somos los únicos que ganamos la verdadera recompensa.
Con este incremento de la consciencia de quiénes realmente somos viene la progresiva invulnerabilidad al dolor.
Una vez que compasivamente aceptamos nuestra humanidad y la de los demás, ya no estamos sujetos a la humillación, la verdadera humildad es parte de la grandeza.
Del reconocimiento de quiénes somos en realidad proviene el deseo de buscar lo que es edificante. De él surge un nuevo significado y contexto de la vida.
Cuando ese vacío interior, debido a la falta de autoestima, es reemplazado por el verdadero amor propio, autoestima y respeto, ya no tenemos que buscarla en el mundo, porque la fuente de la felicidad está en nosotros mismos.
Y caemos en la cuenta de que no puede ser suministrada de ningún modo por el mundo. Ninguna riqueza puede compensar una sensación de pobreza interior.
Todos sabemos de muchos multimillonarios que tratan de compensar su sensación interior de vacío y falta de valor interior.
Una vez que hemos contactado con este Ser interior, esta grandeza interior, esta plenitud interior, alegría y verdadera sensación de felicidad, hemos trascendido el mundo.
El mundo es ahora un lugar para disfrutar, y ya no estamos tomando partido por el.
Ya no estamos en su efecto.
Al utilizar estas técnicas de renunciar a lo negativo y entregar la resistencia de lo positivo, más pronto o más tarde nos encontramos en una repentina y completa consciencia de nuestra verdadera dimensión.
Una vez que esto se ha experimentado, nunca será olvidado.
El mundo nunca nos intimidará de nuevo como una vez lo hizo. Es posible que continuemos acatando las formas del mundo por puro hábito, pero el instinto interior, la vulnerabilidad interior, y la duda interior se han ido ahora.
Externamente, el comportamiento puede parecer el mismo, pero, internamente, las causas para ello son ahora totalmente diferentes.
El resultado final de manejar conscientemente las emociones es la invulnerabilidad y la
imperturbabilidad.
Nuestra naturaleza interior está ahora a prueba de balas.
Somos capaces de ir por la vida con equilibrio y gracia.
Texto del libro "El Camino de la Entrega", de DAVID R HAWKINS, página 39