De vez en cuando, en las zonas áridas y arenosas de la tierra, el cielo se tiñe de rojo y surge del horizonte un gigante del color de la tierra que arrasa con todo lo que encuentra a su paso. Este aterrador fenómeno es particularmente frecuente en Arabia, donde lo llaman
Haboob (viento fuerte).
Se trata de un enorme muro de más de un kilómetro de alto y varios de ancho, cargado de polvo, arena y escombros, que avanza a velocidades que alcanzan los 50 km/ hora. Generalmente aparece cuando hay vientos intensos y suele durar varios días. En algunos sitios como Beijing (en China), donde el polvo en suspensión se une a la contaminación atmosférica, el ambiente se torna “irrespirable”.
Cualquier región árida o desierta del mundo puede experimentar un Haboob. En el norte de América, los términos más comunes para describir este fenómeno son “tormenta de polvo”o “tormenta de arena”. Son difíciles de prevenir, y dependiendo del lugar se originan de una forma u otra. En Estados Unidos, por ejemplo, puede desencadenarse después de una simple tormenta. En Australia, por su parte, se manifiestan cuando ráfagas de viento frías azotan una superficie árida o desértica. En cambio, en el continente africano son desencadenadas por la unión entre las masas de aire secas y húmedas, muy habituales en este continente.
En septiembre de 2009, Australia sufrió una de las tormentas de arena más intensas de la historia. Una nube de unos 1.000 kilómetros de largo y 500 kilómetros de anchos cubrió diversas ciudades durante horas. Al bloquear el paso de los rayos de sol, la tormenta de arena también provocó un brusco descenso de la temperatura.
En Estados Unidos,
las tormentas que originan este espectacular fenómeno meteorológico producen fuertes corrientes descendientes (desplome), que chocan con el suelo y suspenden el polvo en el aire, formando un imponente muro de polvo en suspensión que se traga todo lo que encuentra a su paso.
La visibilidad puede llegar a ser nula y, quienes la experimentan por primera vez, dicen, no pueden evitar pensar que el fin del mundo se acerca.
El polvo recogido en las tormentas puede trasladarse miles de kilómetros. De hecho, las tormentas de arena del Sahara influyen en el crecimiento del plancton en el oeste del Océano Atlántico y, según algunos científicos, son una fuente importante de minerales para la selva amazónica.
El polvo también lleva bacterias y esporas, que pueden causar enfermedades en zonas lejanas. Investigadores del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) y de la Universidad de Granada han encontrado que millones de bacterias llegan cada año a Europa suspendidas en partículas de polvo y arena de origen africano transportadas por el viento. La mayoría queda en estado latente (inactivas), pero algunas se desarrollan con éxito y pueden llegar a colonizar los ecosistemas.
La naturaleza nunca deja de asombrarnos y aterrarnos, dejándonos imágenes de una gran belleza.
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