por Merlina MeilerCuando miras a tu alrededor y ves la cantidad de hechos que suceden, es posible que creas que es poco o nada lo que puedes hacer.
Pero siempre puedes aportar tu granito de arena.
No importa que supongas que la magnitud de tus actos será pequeña o que tendrá poca trascendencia: como parte de un todo, tus acciones repercuten directamente en tu entorno.
Y en los demás.
Si todos hiciéramos algo mínimo diariamente, ¿no crees que el mundo giraría con otra vibración?
PIENSA…
En cómo te sientes cuando se te cae algo en la calle y otra persona te ayuda a levantarlo.
O cuando al realizar un trámite, no solo te atienden muy bien sino que además te facilitan la diligencia.
O al recibir una llamada o un mensaje de alguien que no ves hace algún tiempo, solo para saber cómo estás y con genuino interés de saber qué ha sido de tu vida en ese tiempo sin contacto.
O si gente con la que te cruzas habitualmente te sonríe o te saluda amigablemente.
A veces, a mí también me embarga esa sensación de impotencia frente a lo que me toca presenciar y desearía tener el poder y la capacidad de cambiar “el mundo”.
No dejes que esa percepción te ate las manos ni te quite tu alegría. En todo momento tienes la posibilidad de comenzar por lo más cercano y de hacer algo bueno y reconfortante para tu espíritu.
Porque tu granito de arena, sumado al mío y al de los demás, va adquiriendo un gran volumen y también una fuerza irrefrenable que sí puede generar cambios positivos y duraderos.