¿Cuántas veces somos capaces de adoptar la sumisión porque la confundimos con humildad y agradecimiento? ¿Cuántas veces cedemos nuestro poder a otros, porque nos sentimos inseguros o incapaces de…? ¿Cuántas veces hemos invertido nuestro tiempo idealizando a esa persona (pareja, amigos, padres…)?
Y… ¿por qué no invertimos ese tiempo en crearnos a nosotros mismos y trabajamos por acercarnos a ese ideal?
Todo los días tiene una enseñanza, seamos conscientes de esto o no, decidamos asumirla o no; y la enseñanza que obtuve este día quiero compartirla contigo que me lees: “De la desesperación nace la dependencia”, sí… la dependencia y el apego.
Cuando nos sentimos inseguros y desesperados, estamos desconectados de nosotros mismos y de la majestuosa grandeza que poseemos y buscamos como locos conectarnos a cualquier fuente que nos brinde sosiego, nos apegamos a ella y como si fuésemos niños sedientos creamos un lazo psicológico que nos hace cada vez más dependientes, cada vez más inseguros, cada vez más alejados de nuestro centro y reiniciamos y re-potenciamos el ciclo casi en modo automático.
Somos seres completos y en nuestra completitud no necesitamos apegarnos a nada, ni a nadie. No es indispensable ni el automóvil más costoso, ni el vestido más suntuoso, ni la persona que nuestro ego idealizó. Retomemos nuestro momento de poder, el momento presente, el único que realmente tenemos. Evitemos querer poseer, porque en el afán de poseer empezamos a perderlo todo.
Respirar y elegir, es la premisa que muchos sostienen hoy día y no por simple debe pasarse por alto. Tomemos un minuto para nosotros hoy, respiremos y elijamos creer y confiar en el proceso de la vida, elijamos soltar lo que aun no tenemos, elijamos amar lo que tenemos y disfrutarlo… como un regalo. Detengámonos un minuto y elijamos creer en nosotros mismos, en nuestro potencial, en nuestra sabiduría interna.
Tomemos un minuto y agradezcamos por el momento de lucidez que nos cobija y por el momento de conciencia que nos abraza. Elijamos creer que todo se resuelve por sí solo y que somos parte de un plan divino.
Aura Virginia