Hoy en día el crecimiento personal ha de tener como base la honestidad, la humildad y la valentía.
Hemos de
ser honestos para comportarnos y expresarnos con coherencia y sinceridad, para realizarnos de acuerdo con los valores de verdad y justicia, mostrando en cada momento respeto a la verdad en relación con el mundo, los hechos y las personas.
Las personas honestas suelen tener en cuenta formas plenamente legales para la realización de sus actos.
Ser honesto es ser real, vivir acorde con la evidencia que presenta el mundo y sus diversos fenómenos y elementos, siendo genuino, auténtico y objetivo.
La persona honesta expresa respeto por si misma y por los demás, generando una actitud que crea confianza en si misma y en aquellos otros individuos que están en contacto con ella.
Para la gente honesta la verdad no depende de otras personas ni de consensos, sino de lo que el mundo real presenta como innegable e imprescindible de reconocer.
La honradez es sólo una consecuencia particular de ser honestos y justos.
Honestidad implica el análisis de qué tan reales o verdaderos son nuestros sentimientos, ordenándolos para buscar el bien de los demás y el propio, también involucra la verdadera sinceridad con las personas adecuadas y en los momentos correctos.
Para ser honestos con franqueza se ha de tener como prioridad el reconocimiento de la verdad y desestimar el desorden.
La honestidad es una condición fundamental para las relaciones humanas, para la amistad y la auténtica vida comunitaria, ya que da a la vida confianza, sinceridad y apertura, y expresa la disposición de vivir a la luz de la verdad.
Hemos de
ser humildes para tomar conciencia acerca de lo que se es, de las fortalezas y debilidades que tenemos como seres humanos, sin creernos superiores a los demás. Este valor hace que cada persona sea más estable en el respeto a si mismo, aceptándose y apreciando las cualidades personales, lo que también evita el caer en la arrogancia.
La humildad es fuente de crecimiento con dignidad e integridad sin la necesidad de pruebas externas, dando luz a los objetivos propuestos, al tiempo que permite trabajar sin egoísmo por un mundo mejor.
Con humildad se descarta el ser posesivos lo que crea arrogancia, fomentándose la aceptación y la escucha a los demás, dando también una estabilidad y un poder interior, sin necesidad de controlar a otras personas.
La persona humilde dispone de una mente abierta y reconoce tanto sus propias fortalezas como la de los demás. No impresiona, ni domina, ni limita la libertad de otras personas para probar su poder, permitiendo el desarrollo de los derechos fundamentales de las personas.
Humildad no es cobardía ni debilidad, sin embargo el orgullo refleja debilidad, mientras que en muchas ocasiones el despliegue de la humildad requiere valor y fortaleza.
La verdadera humildad impide que la persona manifieste vanidad y orgullo, en mucho de los aspectos de su vida.
Donde hay humildad hay tolerancia, paciencia y condescendencia con los demás seres, manifestándose fidelidad, prudencia, fe y esperanza.
La humildad es una virtud de realismo, haciéndonos conscientes de nuestras limitaciones, insuficiencias y debilidades, y permitiéndonos actuar de acuerdo con tal conciencia. También es la sabiduría de lo que somos.
Para el verdadero aprendiz es requisito indispensable la humildad, ya que muchas de sus disciplinas han de estar basada en la conciencia de lo limitado de su saber, y por esa carencia busca activamente llenarse de ese conocimiento, ya sea a través de los maestros, del diálogo con sus semejantes o de la investigación personal. La mente humilde es receptiva por naturaleza y es la que mejor está dispuesta a escuchar y a aprender.
La persona verdaderamente humilde considera las circunstancias de la vida como posibilidades abiertas para aprender de ellas, entendiendo que el camino de la sabiduría es casi infinito, y no da cabida en su vida al presumir de sabio o erudito.
La humildad nos ayuda a tomar conciencia de nuestro riesgo y de la posibilidad que tenemos de engañar o errar, haciéndonos más fácil la tarea de reconocer nuestros errores, generándose así el fundamento de nuestros posteriores perfeccionamientos. También nos facilita que cada experiencia nos enseñe algo, y desde ahí desaparecen miedos y sufrimientos.
Una gran crisis humana que estamos viviendo en los grupos de trabajo y en muchas agrupaciones, se debe primordialmente a la falta de humildad. Carencias de saber comenzar de nuevo cuando se ha fallado, y también se necesita más valentía para reconocer en qué se ha errado, y cómo corregirnos.
Hemos de
ser valientes para defender aquello que vale la pena, para dominar nuestros miedos y para sobreponernos en la adversidad, afrontando las consecuencias de nuestros actos y de nuestros posibles errores.
La valentía nos hace personas ordinarias que podemos obtener resultados extraordinarios, aportándonos el ánimo o aliento para superar el medio en aquello que emprendemos y decidimos hacer, permitiéndonos darle sustento y firmeza a los actos.
También es valentía la fuerza, actividad, eficacia y virtud de las cosas para producir sus efectos.
Vivir con valentía es atreverse a ir más allá de las dificultades y de la prueba que ha de superarse en innumerables ocasiones. Lograr algo no es sólo cosa de héroes, sino que depende de aspectos como el afán de superación o la confianza en los propios recursos.
Valentía es admitir los temores y enfrentarlos cara a cara, es tener la fortaleza de pedir ayuda y la humildad de aceptarla, defendiendo los principios sin preocuparse por lo que dirán otros, viviendo la vida propia y aceptando lo que para cada quien es lo mejor.
Tomar el primer paso, dar un gran salto o cambiar el camino, intentando lo que nadie supo hacer jamás y todos han creído imposible, manteniendo el espíritu en los desencantos, y considerando las derrotas, no como el fin sino como un nuevo comienzo, es valentía.
Es creer que por fin las cosas mejorarán, aunque ahora parezcan peores, así como tomar responsabilidad de las acciones y saber admitir los errores sin culpar a los demás.
Es confiar, no en los demás, sino en la habilidad y el esmero personal para triunfar, negándose a desistir, aunque la posibilidad intimide.
Valentía también es trazar la meta, mantenerte fiel a ella y hallar soluciones para los obstáculos, pensando en grande, apuntando bien alto y llegar bien lejos.
Es adoptar un sueño y hacerlo todo, arriesgarlo todo, no desistir ante ningún obstáculo para poderlo hacer real.
La valentía es importante para ser proactivo, ya que disponerse al cambio conlleva riesgos.
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«Aléjate de la gente que trata de empequeñecer tus ambiciones. La gente pequeña siempre hace eso, pero la gente realmente grande te hace sentir que tú también puedes ser grande».
Mark Twain.
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«La dicha de la vida consiste en tener siempre algo que hacer, alguien a quien amar y alguna cosa que esperar».
Thomas Chalmers.
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«Hacemos lo que hacemos… y no hacemos lo que podríamos hacer en buena parte por lo que creemos que es verdad. Pero lo cierto es que la ‘verdad’ evoluciona muy, pero que muy deprisa».
(Thomas Leonard).
Dver.
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