Una flor florece cuando está preparada para hacerlo. Los pétalos se abren en la estación adecuada, revelando el gran misterio del florecimiento. El milagro del nacimiento tiene lugar después de meses de preparación. De modo similar, las revelaciones que surgen de la comprensión kármica también tienen un período de gestación. Habitualmente, no estamos preparados para resolver lecciones kármicas; solemos encontrarnos en la fase de acumular información. A veces, este proceso de «formación» nos hace pasar por años en los que experimentamos un compromiso tras otro..., ya que estas relaciones de crecimiento personal, temporales o intermedias, nos proporcionan la comprensión básica que allana el camino para la futura resolución de modelos kármicos. Al igual que sucede con el embrión en la matriz, estas relaciones cortas representan el fundamento sobre el que se construyen los peldaños de la escalera de la evolución por la que subimos en busca de una vida mejor.
A diferencia de la relación kármica, las lecciones que podemos aprender no aparecen en orden secuencial, pero representan partes del rompecabezas cuya forma no está definida aún. A menudo, en cuanto se soluciona una dificultad u obstáculo aparece otro. Se puede aprender una lección y entonces descubrimos que eso apenas ayuda a mejorar la relación total. Esta clase de experiencia se produce cuando no podemos relacionarnos con otro porque todavía no nos hemos enfrentado con la verdad de nosotros mismos. La resolución de estos problemas de relación mediante el dominio de los obstáculos nos ayuda a prepararnos para aceptar las comprensiones kármicas que aparecerán después. Las relaciones de crecimiento personal ofrecen una herramienta con la que debemos elaborar las emociones, ideas y actitudes sobre una base diaria, de modo que podamos cultivar cada centímetro del suelo de nuestra «personalidad» antes de que crezca el jardín espiritual.
El anima y el animus inconsciente
Las apariencias de la vida ocultan a menudo la verdadera corriente de la conciencia, que es la fuente de nuestra acción. Admiramos la belleza de un árbol, pero no solemos pensar en sus raíces. Y son esas mismas raíces, ocultas bajo el suelo, las que producen la esencia vital del árbol. Las sutilezas que se producen en las relaciones proceden de la raíz de esa misma relación. Vemos sus manifestaciones como las ramas del árbol. La forma en que crezcan las raíces determinará la fuerza y dirección de las ramas. Las raíces de cualquier relación se nutren de las cualidades y modelos inconscientes desarrollados durante muchos años. Carl Jung, el famoso psicólogo, habló del concepto de anima y animus en el inconsciente. Creyó ver en ambos conceptos dos caras de la misma fuente de desarrollo inconsciente. Estos símbolos son extremadamente importantes cuando intentamos comprender lo que ocurre realmente en la interacción humana.