Desde hace unos meses y tras comprobar en primera persona la bondad de la dinámica en la que había entrado nuestro grupo con un refuerzo perenne de la actitud para afrontar la vida mediante lecturas apropiadas, mensajes positivos que hacíamos presente a diario y los hechos prefijados como metas y conseguidos tras tomar acción, decidí crear un impacto positivo similar en mis hijos aun siendo muy pequeños todavía (nueve y seis años, respectivamente).
Entendí que era posible crearles una especie de mantras que repitieran conmigo constantemente, todas las mañanas al despertarse, por ejemplo, y que se convirtiera en una especie de juego para arrancar la jornada con humor, juntos y con cierto enfoque para su subconsciente que, a fuerza de repetidos, afianzara los mensajes en su nivel consciente. Por tanto, no podían ser muchas las sentencias y, lógicamente, priorizar en ellas los temas a inculcar, y este es el resultado:
1º.- “El miedo sólo existe en la mente”, y me remito a un post aquí publicado por el señor Miguel Ángel que borda el tema. Para mis hijos significa, por decir algo en lo que se centran al oír esto, que pueden jugar mejor al fútbol, por ejemplo, si piensan que no van a perder la pelota a la primera. Y repito, si piensan; es decir, les hago hincapié en que si creen que pueden hacer una cosa, tendrán muchas más posibilidades que si piensan que no pueden hacerlo.
2º.- “No hagas a los demás lo que no te gustaría que te hicieran a ti”. Ni que decir tiene que parte del respeto hacia los demás en que debemos educar a nuestra prole. Otras derivadas más de índole social o, sobretodo, el respeto a nuestros mayores, es algo que se me antoja más complicado en estas nuevas generaciones, pero por algún punto hay que partir y qué mejor que se pongan ellos mismos como rasero, ¿no? Ética doméstica.
3º.- “El día es perfecto porque… ¡estamos dentro!”. Aquí sí que radica una idea fuerza que considero básica, y es que no deberían valorar las jornadas por lo que obtienen de cualquiera de las maneras posibles, bien por su trabajo, por los regalos de su aniversario o por casualidad, es decir, por lo que tienen de ese día, que también es importantísimo, ¿cómo no?, sino porque el día, simplemente, es; y eso es algo en sí mismo tan maravilloso y extraordinario que les aseguraría felicidad y una escala de valores que son el mejor regalo que les pudiéramos dejar.
4.- “La fórmula para conseguir las cosas es la Constancia”. Y, por último, una cultura del esfuerzo que se centre únicamente en que se sepa, sin más directrices que la propia sentencia erosionando su percepción de las cosas, pues la libertad de hacer con su tiempo lo que quieran es la otra variable ligada a la responsabilidad, y en esa área mi opinión es que no deberíamos los educadores entrar con demasiada frecuencia, tan solo estimularla con el grado de insistencia que la ocasión requiera, pero intentando conseguir que les brote a ellos (y sé, perfectamente, que es muy difícil…).
Pues bien, como pienso que las cosas que uno considera que van bien o le dan buen resultado y que son importantes están mejor en manos del compartir, ahí les dejo este método por si pudiera servirle a alguien, ya que en el medio año que yo lo uso veo que podría tener una buena proyección a futuro.
No quisiera acabar sin decir que no soy especialista en ninguna área de formación ni lo pretendiera, que únicamente y con la mayor humildad me ha apetecido tratar un tema que para mí es básico desde el esfuerzo que hago en mi propia casa. Nada más.