Unos obreros estaban picando piedras frente a un enorme edificio en construcción. Se acercó un visitante a uno de los obreros y le preguntó:
-¿Qué están haciendo ustedes aquí?
El obrero lo miró con dureza y le respondió:
-¿Acaso usted está ciego para no ver lo que hacemos? Aquí, picando piedras como esclavos por un sueldo miserable y sin el menor reconocimiento. Vea usted ese mismo cartel. Allá ponen los nombres de Ingenieros, Arquitectos, pero no ponen los nuestros que somos los que trabajamos duro y dejamos en la obra el pellejo.
El visitante se acercó entonces a otro obrero y le preguntó lo mismo.
-Aquí, como usted bien puede ver, picando piedras para levantar este enorme edificio. El trabajo es duro y está mal pagado, pero los tiempos son difíciles, no hay mucho trabajo y algo hay que hacer para llevar la comida a los hijos.
Se acercó el visitante a un tercer obrero y una vez más le preguntó lo que estaba haciendo. El hombre le contestó con gran entusiasmo:
-Estamos levantando un Hospital, el más hermoso del mundo. Las generaciones futuras lo admirarán impresionados y escucharán el entrar y salir constante de las ambulancias. Además, seguro salvarán muchas vidas, y también aquí darán a luz miles de niños. Yo no lo veré terminado, pero quiero ser parte de esta extraordinaria obra.
El mismo trabajo, el mismo sueldo, la misma falta de reconocimiento
; una misma realidad. Tres maneras distintas de vivirla: como esclavitud; como resignación; como pasión, aventura y desafío.Piensa que el mundo es un infierno y lo será. Piensa que este mundo es parte del Paraíso y lo será.Dentro del proceso de avance y aprendizaje en conexión con el espíritu, o la fuente suprema de sabiduría, la Luz, Dios, o como quieras llamarle, hay una manera de distinguir cómo nos plantamos frente a esa nueva experiencia de crecimiento.
Durante muchos años, hemos sido entrenados para vivir el mundo de manera rápida, a la velocidad del control remoto; todo debe ser excitante, increíblemente seductor y potente. Incluso las experiencias que devienen de nuestro avance en el proceso de conocimiento acerca de nosotros mismos, muchas veces, buscamos que se manifiesten a la velocidad del rayo.
Es como si estuviésemos esperando que los milagros cobren la forma de un rayo cósmico, y, de la nada, “algo” transforme nuestra vida o las situaciones desafiantes por las que atravesamos. Entonces, sí podríamos decir: “¡Wow! ¡Qué experiencia espiritual que estoy teniendo!”.
Por lo general, las cosas no suceden así.
El cambio es sutil, paulatino, casi imperceptible. La fe, la esperanza y el entusiasmo contribuyen a sostenernos, junto con el amor, hacia nosotros mismos y a los demás; a las situaciones que inevitablemente atravesamos y nos fortalecen, y aquellas que parecen derrumbarnos y que, a la larga, encuentran sentido en el escalón de crecimiento personal.
Una forma de ejercitarnos que puede ser interesante para experimentar es la de observar.
Observar es mucho más que ver y que mirar.
Al observar, somos partícipes co-creadores de lo que va sucediendo en nuestras vidas; podemos reconocer nuestro toque personal en ello, y, desde allí, si así lo deseamos, comenzar a operar los cambios.
Ver, como sabemos, es sólo una forma de afrontar las cosas. Mirar, es fijar más nuestra atención en algo; y observar, es la experiencia completa como síntesis de los dos procesos anteriores, transformados en algo superador, algo mayor.
¿El observar es un proceso pasivo?Todo lo contrario: el observar es un proceso activo. Si bien no se manifiesta tan obviamente hacia fuera, el ir hacia dentro, como si tuviésemos un escáner interno que me permite tomar cada fragmento de mi interior para amplificarlo en un gran microscopio, puede darnos valiosa información acerca de nosotros y lo que estamos atravesando.
Por el contrario, el ver y el mirar están sujetos al estímulo externo. Es tanta la velocidad con que cambian los estímulos alrededor, que no es raro sentirnos perdidos y, hasta a veces, aturdidos por semejante maraña de sensaciones, emociones y decodificaciones que hacemos a gran velocidad. Por eso es que, cuando tenemos una visión o mirada superficial de las cosas, quizás nos damos cuenta que tomamos decisiones apresuradas y basadas en un impacto que buscamos que sea lo más rápido posible. Es verdad: ese impacto puede, en apariencia, ser transformador de las cosas; aunque la pregunta que podemos hacernos sería: ¿es verdaderamente profundo el cambio? ¿O parece simple maquillaje para salir del paso?
Por eso e
l observar es un proceso activo, que viene de la calma, la tranquilidad y la paz en conexión directa con nuestra fuente suprema. Es tomar las situaciones tal cual vienen; plantarnos frente a ellas con ojos compasivos y amorosos; sensibles y abiertos a recibir del proceso lo que es mejor para ese momento, dejando fluir y aparecer lo apropiado, al ritmo propio del universo.
Tal como a mí me sucede a menudo, ¿te pasó alguna vez de querer forzar las cosas y torcer su curso? ¿Has querido cambiar a alguna persona cercana para que modifique algún aspecto que, según tu parecer, no te gustaba? ¿Funciona? No; no funciona. ¿Por qué?
Porque cada uno tiene su propia naturaleza creadora, con dones y habilidades diferentes a los míos, y, a la vez, complementarios.Finalmente, el proceso de observar me permite elegir la actitud con la que afrontaré los desafíos y tomaré mis decisiones. La forma, el enfoque y el encuadre que dé a cada situación, determinará en gran medida el curso de las cosas. Y, como en el relato de hoy, solamente de mi depende si estaré más cerca, o más lejos, de ese intangible interno, variable y personal, llamado felicidad.
http://www.inspirulina.com/ver-mirar-y-el-valor-de-observar.html