Por Diana Rodríguez
Dicen que avanzar por la vida es fácil, que una buena actitud, los pensamientos correctos, las emociones controladas y los propósitos claros pueden garantizar una existencia apacible, cómoda y sin problemas.
Cuando la vida se pone de cabeza, cuando hechos fortuitos e inesperados sacuden la normalidad y nos sacan a la fuerza de la cómoda rutina, tendemos a la culpa, solemos preguntar qué hicimos mal, qué pensamiento o actitud atrajo eso que tanto nos afecta.
Es importante tener en cuenta que no estamos solos en el mundo. También podemos ser objeto de los pensamientos, atracciones y proyecciones de otros seres, de nuestras parejas, amigos, familia y allegados. Sin ser nuestra creación somos tocados por la de otro, arrastrados por la fuerza de una corriente de atracción que sin ser nuestra nos involucra.
Es fácil decir que sólo basta con alejarse del problema, intentar solucionarlo, pensar mejor al respecto, crear de nuevo y demás. Sin embargo hay hechos en la vida que simple y llanamente nos invitan a actuar, a crear de nuevo a partir del caos de una situación que surgió de repente, que nos tomó por sorpresa y nos desbarató la vida tal como la teníamos organizada.
Casos como la vejez de los padres que llegada a cierto punto exige hacerse cargo de su cuidado; una enfermedad grave en uno mismo o en algún miembro de la familia; una situación social o política; un desastre natural, un accidente… hechos fortuitos, ajenos a nuestro control pero que terminan afectando de manera importante nuestra realidad.
Cuando uno está familiarizado con los preceptos de la ley de atracción y con las reglas de la creación consciente, suele culparse por atraer ciertos eventos, no debería ser así. En el camino de crear realidad propia nos encontraremos eventualmente con problemas, conflictos u obstáculos que nos afectan de una u otra manera. El camino recorrido nos ayudará a enfrentarlos con serenidad. Sin embargo esa paz no es un derecho sino una conquista, un acto de consciencia, de disciplina y auto control.
Al principio surge el desconcierto, la angustia y hasta la rebelión contra un evento que no se esperaba, que llegó sin anunciarse y nos dejó sin piso. Es normal sentir todo esto y dejarlo ser hasta que el tiempo traiga una actitud de aceptación. No se puede saber qué bendiciones traerá la situación inesperada, qué aprendizaje en particular o qué cambios en la vida. Lo que si se debe saber es que traerá crecimiento, evolución y avance en el camino de conocernos a nosotros mismos, de descubrir cuanta fortaleza y sabiduría nos asisten en esos momentos de crisis.
Así que tal vez es nuestro propósito de crecimiento y evolución el que en últimas atrae dichos eventos a nuestra vida. En el proceso de enfrentar y superar la situación, indudablemente creceremos, conoceremos aspectos de nosotros mismos que no sabíamos que existían, nuevas habilidades y poderes surgirán de nuestro interior. Sea cual sea el resultado, al final siempre saldremos fortalecidos, por que como bien dice el dicho “lo que no te mata, te fortalece”