Excusas, excusas: siempre hay una a la mano cuando se trata del desorden de nuestra casa. “Es que *pon el nombre de tu serie favorita* me tiene atrapado”, “tengo mucho trabajo que adelantar”, y la peor: “es demasiado”.
Por mucho tiempo me consideré el rey del desorden. Incluso había un letrero en casa que decía: “no toque mi desorden, a mi me gusta como está”. Esto no quiere decir que ahora mi casa esté lista para la foto en cualquier momento; no estoy ni cercano a la idea de considerarme un gurú del orden ni nada parecido -o menos risible-.
Sin embargo, haciendo balance entre los momentos en que la casa está ordenada o hecha un desastre, ha sido fácil apreciar que el desorden trae varios invitados a la casa, indeseables en la mayoría de los casos: ansiedad, frustración, dispersión mental.
Es una tarea ardua (mientras más extremo el desorden, peor). Primero hay que sincerarse: siempre hay ropa en el clóset que no usamos; libros en la repisa que sabemos que no leeremos; papeles en la oficina que no se usan; correos y correos de páginas “interesantes” que nunca revisamos en la bandeja de entrada del e-mail; comida que, “para que no se pierda”, quedó en un potecito en la esquina más recóndita de la nevera, desde hace meses, afectando nuestra propia salud. Con este tipo de cosas hay que practicar el desapego y mandarlas lejos. Desde la basura hasta las manos de personas que sí las vayan a utilizar.
Dicho esto, tener la casa en orden es recomendable porque:
■Nos pondremos menos ansiosos. El desorden, bien sea producto de basura o proyectos inconclusos, son mensajes que no queremos escuchar de que hay que concretar, ponerse al día, manos a la obra. Tomar el control.
■Seremos más productivos. Al no tener esa pila de cosas por terminar, limpiar, resolver frente a nosotros, golpeándonos la cara, podremos dedicar espacio mental y más tiempo en cosas que verdaderamente necesitemos, llámalo meditar, jugar, bailar, ejercitarte.
■Soltar, soltar, soltar. Regalos de parejas del pasado, de ex compañeros de trabajo que nunca volvimos a ver –y que no extrañamos sinceramente-, etc., son elementos que te atan al pasado y no te traen nada especialmente favorable en el presente.
■La creatividad puede reaparecer. Va relacionado con el segundo punto. Estar “bloqueados” es una consecuencia directa del desorden: limpiar, ordenar, abre esos portales (claro, en algunos casos). Anímate a recoger-botar/vaciar. Pueden venir cosas nuevas que te lleven a lugares nuevos. Piensa en esos cinco o cuatro pares de zapatos (¡8 piezas!) con las que te tropiezas en el espacio que está entre la cama y la pared.
■La felicidad o el bienestar estarán más cerca. Viniendo del punto anterior, podemos deducir que si hay más espacio libre (siempre puede haberlo), habrán más vías para que la energía fluya y podamos finalmente crecer, o transformarnos en algo diferente, más liviano.
No está de más ir cambiando el chip. Así como en el más profundo letargo al despertarnos en la mañana podemos ir casi sonámbulos a cepillarnos los dientes, también podemos meter los zapatos en su sitio al quitárnoslos, la ropa, los libros al terminar de leerlos (si no te gustó: fuera de la casa), y así con todo. Inténtalo.
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