Cuando hablo del Yo superior o Ego, me estoy refiriendo al verdadero “Ser” y no a la personalidad compuesta de los muchos yoes relacionados con los sentimientos, emociones y forma de expresarse de la mente. Este Yo, también considerado el Alma fruto de todas sus manifestaciones y renacimientos en el mundo físico, es el representante del Espíritu diferenciado por Dios dentro de Él mismo, es el recopilador de la quintaesencia de cada vida y el que sólo está subyugado a Dios puesto que está desarrollando los poderes de Dios que tiene en forma latente. El Yo superior se vale del cuerpo físico, del cuerpo de deseos o emocional y de la mente para experimentar y evolucionar aquí en la tierra, pero él habita en el "Mundo del Pensamiento" desde donde, a través de la mente, se supone que debe gobernar dichos vehículos por medio de la voluntad.
Estos vehículos o cuerpos traen, como desarrollo adquirido en otras vidas, cierto grado de poder que deberá ser ampliado progresivamente hasta que adquieran la perfección necesaria como para que seamos conscientes en los mundos superiores como lo somos actualmente en el mundo físico; y para ello debe valerse y hacer el mejor uso posible de los mismos en cada vida. El vehículo más elevado que puede utilizar el Ego para identificarse con su propio Espíritu y con su creador es la mente, puesto que ésta tiene poder sobre los pensamientos, las emociones y sentimientos, y, por tanto, sobre las acciones del cuerpo físico. Por consiguiente, debemos aprender a utilizar la mente de manera que, por medio de la voluntad, podamos purificar los diferentes cuerpos y así espiritualizar el carácter y la voluntad.
Podríamos hablar de diferentes métodos de desarrollo espiritual pero, en mi opinión, hay que comenzar a partir de una misma base para todos ellos, esto es, el reconocimiento de que el ser humano no es el cuerpo físico, ni los deseos, ni los sentimientos y ni siquiera la mente. Es imprescindible que cada persona se observe a sí mismo hasta comprobar que “su voluntad” (como expresión de su Yo superior) gobierna su cuerpo físico, sus emociones y su mente, es decir:
1º.- La voluntad puede concentrar y dirigir su mente hacia el asunto que desee, por tanto, está por encima de ella.
2º.- Un pensamiento determinado hace que responda el cuerpo de deseos o emocional, manifestando éste un deseo, sentimiento o emoción; por tanto, el pensamiento está por encima de los deseos y sentimientos.
3º.- El cuerpo físico obedece a la voluntad a través de la mente y, como efecto, también a través de los deseos y sentimientos; por tanto, el cuerpo físico está bajo el dominio de los deseos, sentimientos y pensamientos a la vez que éstos están todos gobernados por la voluntad del Yo superior.
Así es que, el primer paso es reconocer este Yo e identificarnos con él porque, según el grado de identificación, así será el poder que desarrollaremos y así serán los resultados que obtendremos respecto al desarrollo espiritual que debemos alcanzar. La mente, por tanto, es el instrumento del que se vale el Ego para pensar, obtener conocimiento y dominar sus vehículos hasta hacer de ellos sus herramientas sagradas.
El Ego se manifiesta en cada renacimiento desde las regiones (hay siete en cada mundo) superiores del Mundo del Pensamiento, unas regiones donde aún no somos conscientes como tampoco lo somos en el mundo de los deseos y de los sentimientos, sin embargo, este Ego está envuelto en materia mental de acuerdo al desarrollo alcanzado desde el principio de su evolución. Existen tres clases de mente relacionadas con el Ego:
1ª.- La mente instintiva que pertenece al pasado pero que aún se manifiesta.
2ª.- La mente concreta con la que razonamos como personas y a la cual debemos controlar para que no actúe por sí misma.
3ª.- La mente abstracta o espiritual que se manifestará según desarrollemos los poderes del Espíritu.
En el pasado, el ser humano se guiaba por su mente instintiva, pero cuando hemos desarrollado el germen de la mente concreta, la hemos impuesto sobre lo instintivo y hemos aprendido a discernir con voluntad y consciencia. En un futuro desarrollaremos la mente abstracta y espiritual haciendo, como primer paso, que la mente sólo piense cuándo, cómo y lo que queramos según el grado de desarrollo espiritual adquirido. Como podemos intuir ya partiendo de lo dicho, si debemos obtener poder sobre el mundo físico y sobre nuestros vehículos, y si debemos desarrollar los poderes latentes del Espíritu, lo primero que debemos hacer es desarrollar los poderes internos antes de gobernar lo externo.
El Yo, junto a la voluntad, debe obtener auto control de su mente hasta el punto de que ésta obedezca y piense sólo y exclusivamente cuando el Yo quiera y para lo que quiera porque consiguiendo eso, el cuerpo de deseos y el físico responderán de acuerdo a la naturaleza del pensamiento. Esto debe ser así con el fin de tener un cuerpo mental limpio y claro y no lo que normalmente hacemos de estar haciendo una cosa o estar observando otra a la vez que la mente campa a sus anchas y piensa en mil cosas a la vez y la mayoría de las veces sin que nos demos cuenta. Una vez que conseguimos limpiar y controlar la mente hasta cierto punto, es nuestro deber utilizarla inteligente y eficazmente para los asuntos relacionados con nuestro desarrollo espiritual. Esto hace que no derrochemos vitalidad y que desarrollemos la voluntad y la concentración a la vez que la ponemos en armonía con la voluntad. Así es que ya vemos que para obtener los primeros resultados respecto al control de los diferentes cuerpos o personalidad, es necesario desarrollar la voluntad y la concentración de la mente. Esta es la manera en que la mente espiritual se desarrollará para imponerse sobre la mente instintiva y la concreta. El correcto uso y la concentración de la mente nos permite descubrir la verdadera naturaleza interna de las cosas para así obtener un conocimiento oculto pero, si esto es importante, más importante es aún la observación y análisis de nuestra propia mente y naturaleza interna puesto que estudiándonos a nosotros mismos descubrimos a Dios del cual somos parte.
Sabemos que el desarrollo de la mente se debe principalmente a la concentración, prueba de ello y sin que muchos se den cuenta, son los científicos e investigadores que vienen a decir que sus descubrimientos surgen después de profundizar persistentemente sobre un asunto concentrando la mente sobre él. Si nos ponemos en el puesto del Ego y nos situamos (como en realidad es) por encima de la mente como observadores de la misma, nos daremos cuenta que hace lo que la viene en gana según lo que perciban los sentidos y según los estímulos del cuerpo de deseos; es más, a veces miramos y no vemos, oímos pero no escuchamos y nuestra mente piensa y no nos damos cuenta. La mente es como un niño o como un animal sin adiestrar, cuando queremos utilizarla para algo útil nos cuesta concentrarla, por eso se dice que es inquieta, inestable, cambiante e incluso molesta. Está claro que todo aquel que haya conseguido algo importante en la vida ha sido gracias a la concentración y buen uso voluntario de la mente, ya que, sin voluntad y concentración no se adquiere poder ni gobierno sobre ella. Las mentes tienen tal poder y autonomía que no se dejan dominar fácilmente y más aún porque están acostumbradas a disfrutar y a complacerse en los deseos y sentimientos que la persona tiene como hábitos dominantes.
Francisco Nieto