“Más vale lo malo conocido que lo bueno por conocer”.
Si en algo coincido con la legión de fans del optimismo como mágico solucionador de todos los problemas es que las cosas malas hay que cambiarlas. Siendo pesimista veo más lo negativo así que siempre pienso en cambios más profundos, más estructurales que un simple corte de pelo o una camiseta de colorines. (OJO, también puede suponer para alguien una ayuda, aunque no será por el hecho sino por lo que la persona cree que representa el hecho). Sin embargo es bastante difícil encontrarse con gente abierta al cambio. Solamente en el deporte observamos con claridad como los equipos despiden entrenadores fácilmente. En el resto de cosas (casa, trabajo, pareja) solemos ser más prudentes.
Ayer nos desayunábamos con que Podemos ya aparecía primera en intención de voto. Eso que, aparentemente, es una noticia que viene a cumplir con las reclamaciones que exigían a la ciudadanía una mayor implicación en la vida política se ha convertido, de repente, en un escenario tenebroso. No voy a valorar cuestiones ideológicas o las tan manidas comparaciones con ese lugar, que cualquier analista que se precie conoce profundamente, llamado Cubazuela del Norte (Aunque Evo y Correa pelean por auparse al top3). Tampoco sé si Podemos mejoraría o empeoraría las cosas. Pero es un cambio. Para un sector de la población, un cambio demasiado drástico, para otro sector un cambio demasiado light. Y los cambios en un país de hipotecas a 50 años, seguros de vida y pagos mensuales para tener un buen entierro, no gustan.
La vida es elegir. Siempre se puede escoger el conformismo, a cada persona le gusta el olor de su propia mierda. La evasión, “pan y circo” o directamente medicamentos o drogas. O el autoengaño, prometer y creerse grandes cambios que acaban siendo un giro de 360º.
No sé si será mejor o peor, incluso no me atrevo a garantizar que Podemos será un cambio (el lado oscuro del poder puede corromper a cualquiera) pero el discurso del miedo a lo nuevo, de verdad, en pleno 2014 es digno de considerarnos gilipollas. Y gilipollas, al menos yo, puedo ser, pero si me tienen que engañar, prefiero que me engañe alguien por primera vez. Porque las mentiras viejas ya me las conozco.
Volviendo al refrán, lo malo conocido también es una opción. Concretamente una opción de mierda.