Llega un día (o a buen seguro llegará) en que te sorprendes de ti mismo:
Te escuchas diciendo lo que no pensabas que dirías.
Paseas por lugares que tenías descartados en tu mente.
Estás en compañía de quien no esperabas.
Trabajas en cualquier cosa, menos en lo que tú soñabas de pequeño.
O te termina encantando la verdura que tanto odiabas.
Un día te contemplarás a ti mismo con perplejidad y quedarás sorprendido, ¿positiva o negativamente? Tranquilo. Muy probablemente conozcas las dos sensaciones.
Cada uno de nosotros cambia a cada segundo, acompañando a un mundo que tampoco deja de cambiar.
Por eso es sensato agarrar el timón y elegir el rumbo que queremos, ya que nos vamos a mover y seguiremos cambiando, lo queramos o no.
Y, aun tomando el timón, nuestra evolución nos depara más de una sorpresa. Te contaré una de las mías para que veas a lo que me refiero.
¿Sabes cuál era una de las tareas que yo detestaba de pequeña? Hacer redacciones. Vomitaba el momento en el que la maestra pedía que preparásemos una redacción para el día siguiente.
Me parecía un ejercicio pesado y dificultoso. Me faltaban las ideas. No sabía cómo estructurarlas y, muchas veces, dejaba el trabajo y me iba por ahí a jugar.
La “profe” solía castigarme al día siguiente. Y, cuando terminaban las clases, me tenía que quedar en la escuela hasta terminar la redacción (que quedaba espantosa, naturalmente).
Ahora, como ves, hago redacciones todos los benditos días. Si me llegan a avisar de esto cuando estaba en el colegio, no sólo no me lo hubiese creído, sino que me habría echado a llorar y patalear del disgusto.
Aunque déjame aclararte que ese rotundo cambio no se produjo gracias a los castigos. Para nada. Deduzco que tuvo más que ver ahí mi inquietud posterior por leer o escribir diarios.
Como fuera. Ahora mismo me veo y estoy tremendamente sorprendida de ese cambio. Bueno… y de muchos más, como seguramente te ha pasado o te pasará a ti.
¿Qué conclusiones podemos sacar de todo esto?
Que la vida cambia a cada instante y no es raro encontrarnos más adelante en situaciones que hoy ni olemos siquiera.
Que tú y yo cambiamos (de aspecto, de gustos, de aficiones, de opiniones, etc.).
Que podemos aprovechar esa realidad para cambiar en la dirección que queramos.
Y que vamos a sonreír, pensando que el destino nos ha gastado una broma, cuando miremos atrás y contemplemos el vuelco de campana que hemos dado en un área o en una cuestión determinadas.
¡Uy! Y las sorpresas que nos quedan… Ya llegarán, tú verás…
http://tusbuenosmomentos.com/2013/10/te-sorprendes-de-ti/