Hellen Keller fue un ejemplo de superación e inspiración maravilloso. En su más tierna infancia, por una penosa enfermedad, quedó completamente sorda y ciega. Con los años y a través de la ayuda entregada y paciente de su profesora Anne Sullivan, logró aprender a leer y a comunicarse mediante el tacto. Y no solo eso, sino que logró graduarse en la universidad y alcanzar un enorme éxito como escritora y conferenciante.
En uno de sus libros, Hellen Keller propone un ejercicio muy sencillo y poderoso para que tomemos conciencia de todos los maravilloso dones que poseemos y que muchas veces infravaloramos. A través de este ejercicio vas a tomar conciencia de las increíbles oportunidades de disfrute y gozo que la vida nos presenta a cada instante. Imagina que al comienzo de la juventud, todo ser humano se quedara sordo y ciego por unos pocos días. Sin ninguna duda, si eso sucediese, esa oscuridad absoluta le haría apreciar en toda su inmensidad el don de la vista, y el silencio le haría aprender a saborear la maravillosa oportunidad de escuchar. En sus propias palabras escribió:
“Yo, que soy ciega tengo un consejo para los que son capaces de ver: usen sus ojos como si mañana fuesen a perder la vista. Y hagan lo mismo con los demás sentidos: escuchen la musicalidad de las voces, el canto de los pájaros, los acordes poderosos de una orquesta,.. como si el día de mañana fuesen a quedarse sordos. Toquen y acaricien cada objeto como si mañana fueran a despojarlos del sentido del tacto. Huelan el delicado perfume de las flores, deléitense con el sabor de cada bocado, como si nunca más pudieran volver a oler ni paladear nada.”
¡Qué párrafo más maravilloso! Damos por sentadas tantas maravillosas posibilidades en nuestra vida, que apenas valoramos lo mucho que poseemos. Visto desde esa perspectiva, cada instante de nuestra vida es un absoluto milagro y una oportunidad increíble de saborear todo lo que supone estar vivo. Con sus millones de matices y la magia de la posibilidad de crear algo especial en cada instante. ¿Por qué olvidar de esa manera nuestras principales razones para sentirnos totalmente bendecidos y agradecidos?…
En cierta ocasión le preguntaron a Hellen Keller que haría si recuperase la vista por al menos tres días. A continuación transcribo su respuesta de lo que haría en el primer día…
“El primer día sería muy ajetreado. Llamaría a mis amigos más queridos y observaría largo rato sus rostros para grabar en mi mente las manifestaciones externas de su belleza interior. Dejaría que mis ojos se posaran también en la cara de un bebé recién nacido, a fin de captar un atisbo de ese candor inherente y bello que antecede a la conciencia individual de los problemas de la vida. Querría ver los libros que otras personas me han leído y que me han revelado mil secretos profundos de la existencia humana. Y me gustaría ver los confiados ojos de mis fieles perros, el pequeño terrier escocés y el robusto gran danés.
Por la tarde, daría un largo paseo por el bosque y me regodearía contemplando las maravillas de la naturaleza. Y elevaría un plegaria al cielo ante el prodigio multicolor del ocaso. Esa noche, supongo, no podría conciliar el sueño.”
Poco más que añadir. ¡Despertemos!… y empecemos a apreciar de verdad todos los extraordinarios dones que nos han sido concedidos.
Eres un ser único y maravilloso.
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