Atentamente, tu talentoQuerido yo, soy una parte de ti. ¿Cómo estás? Quizás te sorprende que te escriba, pero hace demasiado tiempo que no tengo noticias tuyas.
¿Te acuerdas de cómo nos conocimos? Bueno, nunca nos presentaron oficialmente, lo nuestro fue más un choque afortunado a toda velocidad. Sin protocolos, sin prueba piloto, sin protección. Tú me decías cosas bonitas al oído, y yo, inocente de mí, me las creía todas. Juntos dibujábamos, bailábamos y cantábamos convencidos de que el mundo nos necesitaba.
La escuela y la familia nos animaban y premiaban, como si aquel arte tan nuestro fuera de todos y para todos. Se sentía bien, muy bien. Todos estaban encantados con lo nuestro, y la identidad era algo que se celebraba, las ilusiones eran entonces normales porque tú eras un niño.
Los años pasaron y la poesía y las novelas entraron al ruedo, pero no para dejarnos K.O sino para gritarnos que podíamos hacer cualquier cosa. Aprendimos a amar las palabras, a creer que todo era posible. En otros mundos, personajes que jamás conoceríamos confiaban en nosotros, alimentándonos con algo mágico que aún hoy no alcanzo a comprender. Y nosotros, sentíamos que de algún modo, les debíamos algo grande.
Estábamos comprometidos, éramos invencibles, pero cuando creciste, algo se estropeó. Todo ocurrió tan rápido... el miedo, el juicio, el sistema y tus hormonas aceleradas. De repente, lo que siempre te encantó, lo que te hacía especial, ya no parecía importante. Te convencieron de que nada de todo aquello te haría llegar “lejos”, y yo tuve que verlo.
Ver cómo sentías esa contradicción, cómo la presión social te llevaba a lo práctico, a lo útil, a lo instrumental. Lo abstracto, lo rebelde, tenían ya una fecha de caducidad. El error bello se volvía vano y dejaba de ser celebrado, el instinto era el riesgo de tirar tu vida por la ventana.
Estudia algo “útil”, consigue un “buen trabajo” y gana mucho, mucho dinero. Sobre todo, no hagas algo que te haga feliz, no vaya a ser.
Niño, que los artistas se mueren de hambre, que la pasión es barata y luego tu tontería nos va a salir cara. Nosotros creemos en ti, pero para que hagas lo que nosotros queremos. Lo que la vida ya no espera de nosotros, y si lo esperó algún día, nos dio igual.
¿Te suena? Bueno, siempre fui un poco dramático, pero… me dejaste de llamar. Aun así, no he dejado ni un día de pensar en ti. En lo bien que lo pasamos, en todo lo que fuimos y si tú quieres, aun podemos ser.
Por eso hoy te escribo: si en algún rincón de tu yo ocupado y acelerado nos echas de menos… cuídame. Corre ya al sótano a por nuestro Uquelele y démosle la tarde a los vecinos. Recupera tus viejos dibujos y riámonos de ellos, con cariño. Olvida lo serio, lo correcto, lo esperado. Recuerda lo orgulloso que te sentías al leer ante todos lo que escribías, porque –y no aunque- era parte de ti.
Oscar Wilde decía “Podemos perdonar a alguien que cree una cosa útil siempre que no la admire. La única excusa para crear una cosa inútil es admirarla muchísimo”.
Así que abraza quien eres y lo que hacías como nadie. Inspira al mundo y cámbialo un poco, o al menos, diviértete desconcertándolo. Crea, cree, construye. Porque eres único e irrepetible. Porque te da la gana.
Y recuerda -cuando las fuerzas fallen o te sientas desnudo- que le debes esto al mundo, y que no estás temblando, que es tu talento que palpita.
Atentamente, Tu talento.
Fuente:
http://www.piensaesgratis.com/bloggers/atentamente-tu-talento