Recuerdo la pregunta. Tengo presente el momento. Y la sorpresa con la que me encontré.
¿Eres feliz?
Esa fue la pregunta. El momento, uno que se siente hace mucho tiempo atrás, pero que en calendario no fue hace mucho. La sorpresa: no pude responder.
Me agarró “fuera de base”, como se dice. Me tomó desprevenido. No salía nada de mí. Una interrogante de apenas dos palabras, que me dejó a mí sin palabra.
La verdad contundente para ese momento pasó a ser obvia: no era feliz. ¿Mi vida estaba mal? ¿Estaba en crisis? No. Pero ante la simple pregunta, simplemente no encontraba respuesta.
Segundos después—que sentí como minutos de silencio—no pude sino elaborar una respuesta cliché: “Estoy en la búsqueda de expandir mi felicidad”.
Pero no pude evitar abrir los ojos ante mi verdad: no me sentía pleno con mi vida. A gusto, sí. Agradecido, sí. Viviendo cosas estupendas, sí. Rodeado de amor y con oportunidades por doquier, sí.
¿Entonces? ¿Qué era lo que me faltaba?
Muy distinto es como hoy me siento. ¿Soy feliz? ¡Sí! Más que nunca.
¿Significa que siempre estoy en un estado de felicidad? No. La verdad es que a veces me encuentro molesto, incómodo, apagado, con miedo, dudando, cansado, saturado, abrumado, triste… (¿Sabes? de esas cosas que es humano sentir).
Mas lo que sí es ahora perceptiblemente diferente es que en cualquier momento en el que tomo consciencia, puedo elegir conectarme con lo que está en mí recrear: una profunda sensación de felicidad.
Cuando me hicieron la pregunta por mi felicidad—momento que sacudió mi consciencia sobre cómo estaba viviendo mi vida—habían algunas circunstancias no del todo satisfactorias y algunas hasta indeseables a mi alrededor.
Hoy, cuando fácil y plenamente me conecto con mi felicidad, también tengo ante mí circunstancias insatisfactorias e indeseables.
Entonces, ¿qué hizo la diferencia?
Sería fácil apuntar hacia afuera. Hoy vivo en una casa diferente. Hoy tengo una pareja distinta. Hoy mi negocio tiene una forma que no era la de antes. Hay muchas cosas que fácilmente podrías ver en mi vida—que no eran así cuando me hicieron la pregunta—con las que concluir que gracias a esos cambios, es que ahora soy feliz.
Y en esa trampa caemos fácilmente. En la de poner la fuente de nuestro sentir en lo circunstancial, en lo impermanente.
Mirando hacia adentro y haciéndome la pregunta por cuál es la real diferencia—por qué antes no estaba del todo feliz y hoy soy plenamente feliz… por qué antes tenía cosas maravillosas y no me sentía pleno, mientras que hoy sigo con retos y desafíos pero me encuentro acompañándolas con una maravillosa sensación de plenitud—llego a la siguiente idea:
La felicidad es el reconocimiento de mi alineación con la esencia de quién yo quiero ser realmente.
El por qué de la felicidad no tiene que ver con lo que está afuera de mí, sino con el experimentarme conectado y viviendo desde mi esencia.
En pocas palabras, la felicidad es un tema de autenticidad. Autenticidad en el sentido de honrar nuestro más profundo querer.
Es elegir ser la mejor versión de mi mismo que me entusiasme ser. Es vivir no desde los “yo debería”, sino desde los “yo quiero”, “yo vibro”, “a mí me enciende”.
Honrar mis más profundos quereres, ser auténtico en pensamiento, palabra y acción con lo que en mí emana, vivir de manera alineada con mi esencia… nada de eso tiene que ver con las circunstancias.
Eso tiene que ver con liberarme de las ideas preconcebidas de cómo se supone que deberían ser las cosas, para darme el permiso de ser yo mismo. Es declarar y expresar en mis decisiones y acciones, quién quiero ser realmente.
No es quién quiero llegar a ser. Es cómo me quiero experimentar, ahora. Es cómo me quiero mostrar ante la vida… en este momento de vida.
No cuando las cosas cambien. No cuando mejoren. No cuando se me hagan “más fáciles”. Es ahora. Es aquí.
Es posible que hacerte cargo de tu autenticidad—de conectarte con lo que realmente quieres y buscar alinear tu pensamiento, palabra y acción con ese querer—implique tomar decisiones y generar cambios “allá afuera”.
Pero no caigas en la trampa. El “allá afuera” es un reflejo de tu “aquí adentro”. La felicidad, ese reconocimiento de tú alineación contigo mismo, es algo que ocurre “aquí adentro”.
No son las circunstancias lo que te pueden hacernos felices o infelices. La felicidad es de cada quien. Te pertenece. Está en ti conectarte con ese estado de ser. Simplemente requiere de ti moverte hacia una cada vez mayor honra de tu verdad.
En el instante en que comienzas a honrar tu verdad y tus más profundos quereres… en el momento en que te atreves a declarar y desde ahí expresar en tu actuar quien tú realmente quieres ser… la conexión con esa vibra tan sabrosa que llamamos felicidad, se enciende en ti.
No tenemos que esperar a que nada “allá afuera” cambie. Aunque factiblemente, en ese camino de honra y autenticidad, nos encontremos atreviéndonos a tomar decisiones que como consecuencia impliquen cambios en lo que nos rodea.
Yo he cambiado mi vida en muchos sentidos en los últimos meses. Pero no son esos cambios los que me permiten hoy sentirme más feliz con mi vida, ni tampoco eran las anteriores circunstancias las que me alejaban de ese sentir.
Es mi decisión de elegir, actuar y asumir las consecuencias de seguir mi más profunda voz. Esa voz que no sabe acerca de los “debería”, sino que habla sólo desde el lenguaje del querer.
Mis nuevas circunstancias no son la fuente de mi felicidad. Son el reflejo de ella. De ahí que tampoco las situaciones tipo “problema” y “precariedad” que me rodean, sean impedimento a mi felicidad.
No hay nada ni nadie allá afuera que pueda impedirte, aquí y ahora, decidir honrar quien realmente quieres ser y como realmente quieres vivir tu vida.
No hay nada que sea requisito previo al ejercicio de tu poder para escoger la autenticidad de tu ser.
Quizá el “allá afuera” no cambie aún. Quizá no puedas cambiarlo en este momento aún cuando te encuentres queriendo hacerlo. Pero antes que el mundo pueda comenzar a honrar quien tú decides ser, primero tienes que honrarte tú.
Y es ahí, en esa toma de consciencia y en la consecuente decisión y búsqueda por alinear nuestro ser con nuestra verdadera esencia, donde reside nuestra capacidad para vivir a plenitud.
¿Quieres ser feliz? ¿Quieres ser aún más feliz?
Te toca entonces moverte hacia la próxima mayor expresión de tu autenticidad.
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